viernes, 8 de marzo de 2013


Para todos los que estamos a este lado de la trinchera y se nos desdibujan las referencias hacia las que debemos tender... Un extraordinario artículo del padre Shenan J. Boquet, presidente de Human Life International

...« Sería un error redefinir la causa completa de la vida como solamente un movimiento para la abolición del aborto. Es esencial oponerse al aborto, pero no es suficiente. El pasado 25 de enero marchamos a favor de todo ser humano. Debemos, con valentía, ser provida.»


El lenguaje de la vida: ¿provida o anti-aborto?
La organización más abortista de EEUU, Planned Parenthood (Paternidad Planificada, traducción libre), ha visto los datos que proporcionan las encuestas y ha decidido alejarse del término “pro-choice” (“pro-opción”). Ello no nos debería sorprender. No podemos apoyar el “derecho a decidir” de una mujer, sin antes llenar el espacio en blanco y añadir qué es lo que está decidiendo hacer. En el caso de la promoción del aborto, el “derecho a decidir” significa el “derecho” de una mujer a decidir matar a su propio hijo. ¿Quién puede apoyar semejante cosa?

Planned Parenthood ha producido un video titulado “Not in Her Shoes” (“No en sus zapatos”, traducción libre), que presuntamente acaba con las etiquetas de “pro-choice” y “provida”, y que refleja la complejidad de la decisión de abortar. Pero la verdad es que, si bien las circunstancias que rodean la decisión de una mujer de abortar pueden ser complejas, el aborto mismo no lo es, al contrario, es muy simple.
El aborto acaba con la vida de un niño o una niña que no ha nacido todavía. El aborto somete a los débiles y vulnerables a los caprichos de los poderosos.
El cambio de semántica no va a poder cambiar la realidad.
Al otro lado del espectro, hay algunos de los que se oponen al aborto que quieren evitar la etiqueta de “provida”. La ven como algo muy suave. Después de 40 años de aborto legal en EEUU, se sienten impacientes y desean cambios legislativos. Por ello, prefieren etiquetas como “anti-aborto’ o “abolicionista del aborto”.
Kristan Hawkins, presidente de Students for Life of America (“Estudiantes Provida de EEUU”, traducción libre), explica este cambio diciendo: “Los grupos que se oponen a que se conduzcan vehículos en estado de embriaguez no son grupos a favor de la sobriedad. Los grupos que se oponen a que se fume en público no son grupos a favor del aire limpio”. Troy Newman, de la organización provida Operation Rescue (“Operación Rescate”, traducción libre), ha dicho: “Nuestro movimiento necesita llevar al público más allá de ser ‘sentimentalmente provida’ a estar intensamente en contra del aborto”.
Para aquellos cuyo enfoque para ponerle fin al aborto son los medios legislativos, ese tipo de cambio puede ser prudente desde el punto de vista político. Como gran parte del aparente debilitamiento del movimiento “pro-choice” es la negación de la realidad del aborto, tiene mucho sentido mantener la atención en los hechos que revelan lo destructor que es el aborto. Ver la realidad del aborto es ver algo indefendible, que es la razón por la cual las mentiras en torno al aborto deben ser dadas a conocer por lo que son.
Sin embargo, ser provida significa reconocer la dignidad intrínseca de todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural. Significa reconocer que la vida humana es un valioso don del abrazo sexual de un hombre y una mujer. No es una mercancía que puede ser fabricada, vendida y finalmente desechada cuando se considera que ya no es útil.
Nunca debemos abandonar este principio en aras del pragmatismo político.
Cuando a un hombre se le fractura una pierna, podemos y debemos aliviar el síntoma del dolor, pero si no inmovilizamos el hueso afectado, el hombre se quedará cojo. Análogamente, el aborto no es el único crimen contra la humanidad; es un síntoma de un desorden cultural mucho más grande.
Como cualquier síntoma, su alivio no necesariamente cura la enfermedad. Debemos ganar las batallas legislativas contra el aborto. Pero si no enfrentamos la “cultura” de la muerte, entonces la enfermedad manifestará su horrible rostro por medio de una anomalía cultural aún más profunda.
El trecho de la “cultura” de la muerte puede ser rastreado en la medida en que éste ha penetrado, como un cáncer, en nuestra cultura. La declaración de la Conferencia Anglicana de Lambeth de 1930 de que la anticoncepción era aceptable dentro del matrimonio, convirtió en común la idea de que los hijos ya no eran los dones más excelentes del matrimonio ni el propósito intrínseco del mismo, sino adquisiciones para beneficiar a los padres. Esta actitud se intensificó con la disponibilidad inmediata de los anticonceptivos orales en la década de los años 60.
Una vez que los hijos comenzaron a ser vistos como un resultado puramente opcional de la actividad sexual, el próximo paso, predicho sin dificultad, fue el deshumanizarlos. La implicación lógica de este concepto fue, a su vez, el abortar al hijo cuya concepción no fue planeada o deseada. Y entonces el crecimiento de la “cultura” de la muerte explotó como una bomba que difunde por todos lados su mortífera metralla.
Si los niños y las niñas que no han nacido son desechables por medio del aborto, ¿por qué entonces no podemos tratar a los embriones humanos como si también carecieran de una igual dignidad? Si la procreación ya no es el propósito principal del matrimonio (junto con el amor conyugal), ¿por qué entonces debe ser limitado a una mujer y a un hombre? Si la vida humana que se considera inconveniente puede ser destruida antes de nacer, ¿por qué entonces no podemos matar también a cualquier otro ser humano cuya vida consideramos una carga demasiado pesada?
Podemos darnos cuenta, entonces, que el aborto, la eutanasia, el suicidio asistido, la destrucción de embriones humanos y el ataque contra el matrimonio y la familia son todos síntomas de una anomalía común: el rechazo de la dignidad y santidad de la vida de todo ser humano.
Evidentemente, todos debemos oponernos al aborto y cualquier persona que sea provida debe ser un abolicionista del aborto. Pero cuando nos reunimos 500,000 personas en Washington, DC, a pesar de temperaturas de congelación, para marchar a través de la Avenida Constitución en la Marcha Anual Provida el pasado 25 de marzo (2013), marchamos no solamente en contra del aborto, marchamos en solidaridad con los niños y las niñas que no han nacido, los ancianos, los incapacitados, los enfermos y todos aquellos cuyas vidas se encuentran en un estado de vulnerabilidad y por ello son considerados indignos de vivir por parte de una sociedad que ha sido envenenada por la “cultura” de la muerte.
Así como no debemos minimizar ni desechar la enorme tragedia de 55 millones de seres humanos que han sido destruidos por medio del aborto y los innumerables hombres y mujeres que sufren las secuelas físicas y emocionales del aborto, tampoco debemos creer que si solamente logramos hacer que el aborto sea ilegal entonces todo va a estar bien.
La “cultura” de la muerte es un dragón de múltiples cabezas que debe ser destruido en su mismo corazón. Así como hay organizaciones y grupos de organizaciones que prudentemente han hecho de un solo aspecto de la cultura el blanco de su labor provida, debe haber otras organizaciones que aborden la totalidad de la situación.
Sería un error redefinir la causa completa de la vida como solamente un movimiento para la abolición del aborto. Es esencial oponerse al aborto, pero no es suficiente. El pasado 25 de enero marchamos a favor de todo ser humano. Debemos, con valentía, ser provida.
Padre Shenan J. Boquet
Presidente de Human Life International

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