A propósito de la “sesuda”
intervención de ayer en la sesión de control al gobierno en el Congreso de los
Diputados.
Cuando uno se entera de que
la Sra. Elena Valenciano tiene por bagaje cultural, todo lo que pueda caber en su “carrera”
desde la centralita del teléfono en Ferraz a “número dos" del partido donde acumula
una dedicación de más de tres décadas, una auténtica inmersión ideológica,
comprendes porqué transpira ideología de la más rancia por los cuatro costados.
Su feminismo militante la
ciega y la hace argumentar solo a base de insultos descalificadores y mentiras.
Porque aunque se adorne de chascarrillos o expresiones altisonantes, la maternidad es “el
estado fisiológico natural que adquiere una mujer tras una fecundación que
concluye en preñez”, no es una “reacción” reversible ni con marcha atrás,
así que el
problema no es, como dice (mintiendo), de libertad sino de biología. La
libertad se ejerce antes de que se inicie la “reacción” –por decirlo en sentido
figurado– porque tras entrar en estado de preñez, la mujer ya no tiene
posibilidad de elección respecto a su maternidad. ¡Dígales la verdad!, la
opción que les ofrece es la de ser madre de un hijo muerto o de un hijo vivo.
Ayer tachaba al Sr Gallardón
y al Ejecutivo en general de mentirosos, acusándoles de que "quieren proteger la maternidad y eso
es tan mentira como que acaban de prohibir el acceso a la reproducción
asistida a las madres solas y a las lesbianas". "Porque ustedes han decidido que si no
hay varón, no hay maternidad; punto y pelota". Pues de nuevo debo
decirle que la que miente es Usted, porque aunque quede muy bonito lo de los puntos y las pelotas, no se trata
de una decisión del Ministro, ni del Ejecutivo, ni una cuestión de libertad, ni
una decisión democrática, ni siquiera un artículo de fe, …, es pura y dura
biología. ¡Qué le vamos a hacer! Quiso la Madre Naturaleza que la reproducción entre
los humanos sea sexuada… y por tanto, Sra. mía, si hay varón (¡qué lástima!)
aunque le escondan, aunque manipulen la verdad hasta retorcerla y hacerla parecer
a su antojo, la reproducción asistida requiere, también, el concurso de un
varón aunque sean fecundaciones con espermas de donantes anónimos.
En todo el tremendo asunto
de “la cosificación y manipulación del Ser Humano” que su feminismo radical
intenta imponer a través de una ladina y subrepticia ingeniería social, el
aborto es una triste y dramática “punta del iceberg” de la gran “tramoya” a la que solemos referirnos como cultura de la muerte.
Manipulan el dolor, los miedos,
la soledad, la inexperiencia, la pobreza, la desesperación, el desconocimiento y los “mil y
un” problemas que se le “vienen encima” a una mujer que “se sabe embarazada” de
forma imprevista y/o inconveniente. Porque, manipular es: decirles que no
tienen un hijo, que lo que tienen es un “problema”; decirles que es una cuestión de “su cuerpo”
cuando saben que de “dos vidas” estamos hablando; decirles que lo que ya tienen en su matriz “será
o no será” a su libre albedrío. ¿O no es verdad que la libertad deja de serlo
cuando está condicionada? Se le miente
cuando se le asegura que es “su libertad” decidir sobre una opción viciada
(condicionada) y sin alternativa, porque no eres enteramente libre cuando tienes que decidir sintiéndote
“superada”, viéndote “sin salidas”. ¡Ofrézcanle una “salida” humana y
razonable!, y verán como no elije “lo peor”.
Para terminar, a propósito
del “punto pelota” y del varón, le recuerdo a la Sra. Valenciano que “todos los que han
sido, son y serán” de entre nosotros los humanos “procedieron o procederán” de una
hembra y un varón humanos, a los que acostumbramos a referirnos como madre y
padre. Que el
derecho a reivindicar a una (su) madre y a un (su) padre es del niño, y no puede ser
manoseado ni sobrepasado o anulado por un supuesto derecho “al hijo” de alguna mujer u hombre, sean o no
pareja. Lo natural (porque así se expresa en la Naturaleza) es que hijos sean “deseados ”
nunca “reivindicados”, natural es también que los niños conozcan, disfruten y aprendan de sus padres (un El y una Ella). Los Estados cuando asumen la gestión de las adopciones deberían pensar en estos términos, a fin de no agravar la pena de una orfandad con el sinsentido de unidades familiares anti-natura que el niño no encajaría en los modelos que ve en su entorno
Los hijos no pueden (ni
deben) convertirse en “bienes de consumo” que sirvan para satisfacer “necesidades
de nadie”. Las obsesiones que a veces se perciben, en algunos demandantes, más
pareciera que lo que necesitan es una “mascota” y no un hijo. Sería deseable que el Estado velara porque la amenaza de niños mascota no pase de ser un mal sueño.