Hace unos días celebrábamos
“el Día Mundial contra la pena de muerte”. Muchas referencias y declaraciones
llenaban los medios, todas condenatorias de tamaña inhumanidad. En medio de
todas aquellas, mi curiosidad se centra en averiguar cómo casarían “algunos
progres” la coincidencia de criterios con la postura que desde siempre (más de
dos milenios) ha mantenido la Iglesia Católica con su clásico “no matarás” sin
sentirse acusados de ser abducidos por ella.
Una verdadera esquizofrenia ha
debido afectar a algunos.
En tal sentido se comportaba
la vicesecretaria del PSOE, Elena Valenciano, al sumase a la campaña
internacional con motivo del Día de Acción Mundial por el acceso al aborto
seguro y legal, que se celebró el 28 de septiembre. Defendiendo, a través de un
vídeo que ha colgado en su cuenta de Facebook, que en
su país "el aborto tiene que ser
legal y seguro", porque las españolas han peleado mucho para poder
decidir libremente sobre su maternidad y no aceptarán nunca más que decidan por
ellas "ni los médicos, ni los curas,
ni los jueces, ni los ministros".
Y tan solo pocos días
después, en el Día Mundial contra la pena de muerte (11 de octubre), la misma
Sra. Valenciano manifestaba que "La pena de muerte es una práctica aberrante,
contraria a los derechos humanos,
que deshumaniza al conjunto de la sociedad donde se aplica y que, por si fuera
poco, es inútil a la hora de prevenir o reducir los delitos graves, o de
proporcionar justicia a las víctimas", y que en este caso se la compro sin dudarlo.
Si aceptamos la primera de
las manifestaciones abogando por el derecho
a decidir (para matar – abortar)
deberemos concluir que la segunda postura es un puro cinismo.
Algunos podríamos también “comprarle”,
su segunda declaración tras un “ligero cambio” que no afecta a lo sustancial de
lo que se denuncia (la muerte violenta de
un ser humano). Parafraseándola podría quedar así:
"Abortar es una práctica
aberrante, contraria a los derechos humanos, que deshumaniza al conjunto
de la sociedad donde se aplica y que, por si fuera poco, es inútil a la hora de
prevenir o reducir los riesgos graves, o de
proporcionar justicia a las víctimas".
Ocurre que los defensores
del aborto, para atenuar su componente de “pena” y ocultar su realidad de
“muerte”, lo disfrazan con el sinsentido de un slogan, oscuro y mentiroso, como
“el derecho a decidir”. Oscuro porque esconde su cara violenta y mortal, y
mentiroso por defender que a la mujer le cabe decidir sobre ser, o no ser,
madre después de serlo.