Nos quieren mudos, ciegos y
sordos; silenciados y silenciosos; y si pudieran —bajo tierra—
de regreso a las catacumbas.
El silencio, como norma vital de no “meter ruido” en el
sistema, es consustancial al carácter de
la gente sencilla (los más de los mortales)
y es, con demasiada frecuencia, sistemáticamente utilizado (aprovechado) por
los detentadores del poder para “someter” a los que perciben como disidentes.
Algunos, entendemos (constatamos)
que tienen secuestradas aquellas de nuestras libertades no acordes
con el neo-eufemismo de lo “políticamente correcto”.