Estamos
en tiempo de reflexión y de recapitular otro año que va tocando a su fin. ¿Cómo
nos ha ido en las cosas que más
importan?, ¿nos sentimos más
humanos?, ¿qué apuntamos en el haber para lograr un mundo mejor y más habitable?, ¿respetamos a los demás en la misma medida que reclamamos para
nosotros?
En
lo que a nosotros nos toca, el Derecho a
la Vida y a la Dignidad del todo Ser Humano, tenemos unos inmensos “noes”
en respuesta a esas cuestiones propuestas. Los 1.720 millones de muertos por aborto
desde 1973 forman un inmenso borrón que envilece a nuestra generación; admitir como derecho "decidir sobre la vida o muerte de un ser humano" es una bandera colocada sobre una colina de dolor, tortura y muertes 1. El mapa por
países muestra la dramática realidad de la permisividad para abortar.
En
nuestro país estamos esperanzados en que finalmente el gobierno materialice la
reforma prometida a sus electores, que ahora parece que definitivamente va a
ser que sí, y antes de fin de año, en palabras bien recientes del propio
presidente Rajoy. No esperamos lo mejor, pero es difícil empeorar lo que
tenemos.
Hoy
que se conmemora el Día de los Derechos Humanos, 65 años desde La Declaración Universal de los Derechos Humanos
(1948). Pero es un dia especialmente relevante porque también conmemoramos el 20º
aniversario de la creación del cargo del Alto Comisionado para los Derechos
Humanos (1993), que evalúa
estos años resaltando 20
logros2 , del primero de ellos entresaco dos
párrafos para vuestra consideración:
« El goce de todos los derechos humanos forma una
apretada red. El disfrute de un derecho contribuye al adelanto
de los demás. Igualmente, la privación de uno de ellos
influye negativamente en el resto.
...
Los derechos civiles y políticos incluyen el derecho
a la vida, la libertad y la seguridad
personal, la libertad de no estar sometido a esclavitud, tortura ni arresto
arbitrario, así como los derechos a un juicio justo, a la libertad de
expresión, a la libertad de circulación y a la intimidad.
...»
Termino
con un trabajo del Padre Pascual publicado en el 2008 cuando se cumplían 60
años de La Declaración Universal de los Derechos Humanos, y que, hoy
terminando el 2013, resulta tremendamente actual.
Los
asiduos de este blog ya conocéis de la valía del autor. Entre paréntesis y de
color rojo, lo que correspondería a la actualización 5 años más tarde.
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1 Torturados, sin compasión, hasta la muerte... no merecen siquiera que se les alivie el dolor 2 http://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/OHCHR20/Pages/Achievements.aspx
Derechos humanos: ¿utopía o realidad?
Ante
los 60 (65) años de los Derechos humanos.
La
Declaración Universal de los Derechos Humanos llega en este año 2008 (2013) a su 60 (65) aniversario.
¿Con qué frutos reales?
¿Qué
ha sido llevado a cabo de cuanto, con tan buena voluntad, fue aprobado el 10 de
diciembre de 1948? ¿Ha quedado en utopía un esfuerzo por promover la justicia
universal? ¿O podemos decir que los derechos humanos han modificado
positivamente el modo de vivir de los pueblos y de las personas?
Si
cogemos la lista de los derechos aprobados, y empezamos también a señalar
aquellos que no han sido respetados aquí o allá, ayer o, por desgracia, todavía
hoy, el panorama puede resultar desolador.
Pero
también es justo reconocer que muchos hombres y mujeres, desde lugares muy
distintos del planeta, con profesiones que van desde las más sencillas hasta
las más tecnificadas, han sabido asumir y promover en la propia vida y en las
vidas de aquellos que estaban a su alrededor, muchos de los derechos humanos.
Podemos
pensar en los millones de padres y madres de familia que han acogido y
defendido el derecho a la vida de sus hijos (desde el embarazo, hay que
explicitarlo), les han dado alimento, les han vestido, les han transmitido los
instrumentos básicos de la educación, les han enseñado los valores que permiten
la convivencia cívica.
Podemos
añadir el número de millones de personas que se han entregado a actividades de
voluntariado en favor de los pobres, los enfermos, los abandonados, los
relegados, superando muchas fronteras culturales y políticas que parecían
infranqueables.
Podemos
recordar a los millones de obreros que han dedicado sus vidas en tantos
sectores productivos, para garantizar el que hoy muchas millones de personas
puedan tener una casa en condiciones de dignidad y de higiene aceptables. O a
los millones de campesinos y comerciantes que han asegurado no sólo la
producción, sino también el traslado y conservación de los alimentos con los
que muchos (por desgracia, no todos) podemos sostener nuestras necesidades
materiales.
También
hay que tener presentes a los millones de maestros, profesores técnicos o
universitarios, que hacen posible todos los días, por medio de las clases y del
estudio, la educación de pueblos enteros a lo largo y ancho del planeta.
¿Y
qué decir de la multitud de médicos y enfermeros que aseguran, día a día, a
veces en medio de sacrificios no pequeños, la difusión de medidas higiénicas
que promueven la salud, o que buscan asistir a los enfermos en la búsqueda de
su pleno restablecimiento, o que les ofrecen un alivio en medio de sus dolores
y penas, con el fin de acompañarles en las últimas etapas de sus vidas?
No
sería justo olvidar, en la historia de la realización de los derechos humanos,
a los millares de servidores del orden público, policías y bomberos, militares,
funcionarios y miembros de la protección civil, que han intervenido en tantas y
tantas situaciones en las que la emergencia o la injusticia han puesto en
peligro muchos de los derechos fundamentales. Algunos de ellos han pagado, con
su vida, este servicio en favor del orden público y de la equidad.
Sería
igualmente injusto olvidar a los políticos sinceros y auténticos (que los hay)
que han buscado servir a sus pueblos con abnegación y renuncia, muchas veces en
medio de un ambiente hostil y de presiones que querían apartarlos de su
esfuerzo por proteger a las comunidades para convertirlos en colaboradores del
mal y de la opresión. Como también es de justicia incluir en la lista a tantos
jueces honestos que han defendido y defienden los derechos fundamentales de la
declaración de la ONU en su trabajo cotidiano, sencillo, humilde, lleno de
seriedad e imparcialidad.
No
hay que suponer ingenuamente que el mundo haya erradicado profundos
sufrimientos después de 1948. El mal existe, y hay que seguir luchando contra
él. Pero en medio de las enormes injusticias de todo tipo que impiden la plena
realización de los derechos del hombre, es de justicia reconocer la labor de
millones de ciudadanos anónimos que construyen ese mundo mejor, que dan algo de
luz y de esperanza a esta humanidad cansada de sufrir. Son ellos los auténticos
protagonistas de los derechos humanos, pues no existe ningún derecho si no
existe, junto a tal derecho, quien acepte el reto de respetarlo, de hacerlo
realidad para el bien de otros.
Antes
y después de 1948, millones de hombres y mujeres de buena voluntad han
permitido que los derechos humanos fuesen una bella realidad. A todos ellos les
damos, de corazón, las gracias.
A
los que seguimos en el camino de la historia humana, nos toca recoger la
estafeta que muchos han llevado con tanta altura, para promover una auténtica
cultura de los derechos humanos, basada en el respeto y el amor hacia cada
hombre. “Sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión
política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición”, como leemos en el artículo 2
de la Declaración Universal que se
prepara para cumplir 60 (65) años de “vida”.
Fernando Pascual L. C.
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