"Un mensaje que está en la vida y es la vida"
Son fragmentos escritos por
Jérôme Lejeune en 1973 donde demuestra la grandeza de la vida desde el primer
momento de la concepción. Expresan toda la fuerza de “certeza científica” de
uno de los padres de la genética moderna.
«"La genética moderna se
resume en un credo elemental que es éste: en el principio hay un mensaje, este
mensaje está en la vida y este mensaje es la vida". Este credo, verdadera
paráfrasis del inicio de un viejo libro que todos ustedes conocen bien, es
también el credo del médico genetista más materialista que pueda existir. ¿Por
qué? Porque sabemos con certeza que toda la información que definirá a un
individuo, que le dictará no sólo su desarrollo, sino también su conducta
ulterior, sabemos que todas esas características están escritas en la primera
célula. Y lo sabemos con una certeza que va más allá de toda duda razonable,
porque si esta información no estuviera ya completa desde el principio, no
podría tener lugar; porque ningún tipo de información entra en un huevo después
de su fecundación. (...).
Pero habrá quien diga que, al
principio del todo, dos o tres días después de la fecundación, sólo hay un
pequeño amasijo de células. ¡Qué digo! Al principio se trata de una sola
célula, la que proviene de la unión del óvulo y del espermatozoide.
Ciertamente, las células se multiplican activamente, pero esa pequeña mora que
anida en la pared del útero ¿es ya diferente de su madre? Claro que sí,
ya tiene su propia individualidad y, lo que es a duras penas creíble, ya es
capaz de dar órdenes al organismo de su madre.
Este minúsculo embrión, al sexto o séptimo
día, con tan sólo un milímetro y medio de tamaño, toma inmediatamente el mando
de las operaciones. Es él, y sólo él, quien detiene la menstruación de la
madre, produciendo una nueva sustancia que obliga al cuerpo amarillo del ovario
a ponerse en marcha.
Tan pequeñito como es, es él
quien, por una orden química, fuerza a su madre a conservar su protección. Ya
hace de ella lo que quiere ¡y Dios sabe que no se privará de ello en los años
siguientes!
A los quince días del primer
retraso en la regla, es decir a la edad real de un mes, ya que la fecundación
tuvo lugar quince días antes, el ser humano mide cuatro milímetros y medio. Su
minúsculo corazón late desde hace ya una semana, sus brazos, sus piernas, su
cabeza, su cerebro, ya están formándose.
A los sesenta días, es decir a
la edad de dos meses, cuando el retraso de la regla es de mes y medio, mide,
desde la cabeza hasta el trasero, unos tres centímetros. Cabría, recogido sobre
sí mismo, en una cáscara de nuez. Sería invisible en el interior de un puño
cerrado, y ese puño lo aplastaría sin querer, sin que nos diéramos cuenta:
pero, extiendan la mano, está casi terminado, manos, pies, cabeza, órganos,
cerebro... todo está en su sitio y ya no hará sino crecer. Miren desde más
cerca, podrán hasta leer las líneas de su palma y decirle la buenaventura.
Miren desde más cerca aún, con un microscopio corriente, y podrán descifrar sus
huellas digitales. Ya tiene todo lo necesario para poder hacer su carné de
identidad. (...).
El increíble Pulgarcito, el
hombre más pequeño que un pulgar, existe de verdad; no se trata del Pulgarcito
del cuento, sino del que hemos sido cada uno de nosotros.
Pero dirán que hasta los cinco o
seis meses su cerebro no está del todo terminado. ¡Pero no, no!, en realidad,
el cerebro sólo estará completamente en su sitio en el momento del nacimiento;
y sus innumerables conexiones no estarán completamente establecidas hasta que
no cumpla los seis o siete años; y su maquinaria química y eléctrica no estará
completamente rodada hasta los catorce o quince.
¿Pero a nuestro Pulgarcito de
dos meses ya le funciona el sistema nervioso? Claro que sí, si su labio
superior se roza con un cabello, mueve los brazos, el cuerpo y la cabeza en un
movimiento de huida. (...).
A los cuatro meses se mueve
tanto que su madre percibe sus movimientos. Gracias a la casi total ingravidez
de su cápsula de cosmonauta, da muchas volteretas, actividad para la que
necesitará años antes de volver a realizarla al aire libre.
A los cinco meses, coge con
firmeza el minúsculo bastón que le pongamos en las manos y se chupa el dedo
esperando su entrega. (...).
Entonces, ¿para qué discutir?
¿Por qué cuestionarse si estos hombrecitos existen de verdad? ¿Por qué racionalizar
y fingir creer, como si uno fuese un bacteriólogo ilustre, que el sistema
nervioso no existe antes de los cinco meses? Cada día, la Ciencia nos descubre
un poco más las maravillas de la vida oculta, de ese mundo bullicioso de la
vida de los hombres minúsculos, aún más asombroso que los cuentos para niños.
Porque los cuentos se inventaron partiendo de una historia verdadera; y si las
aventuras de Pulgarcito han encantado a la infancia, es porque todos los niños,
todos los adultos que somos ahora, fuimos un día un Pulgarcito en el seno de
nuestras madres».
Saber más:
"Dr. Lejeune El Amor A La Vida"
por Clara Lejeune (ISBN:8482393782) Ed. Palabra, Madrid 1999
No hay comentarios:
Publicar un comentario