sábado, 11 de mayo de 2013

Enfocar nuestra acción en 'defensa de la vida'


Lo que nos mueve a los que trabajamos en las distintas organizaciones y plataformas pro-vida no es tanto el “no al aborto”, que sí, como la defensa positiva de la vida. En este sentido es importante revisar que tareas son especialmente adecuadas para objetivamente ayudar a defender la vida.
De entre todas las tareas que podemos desarrollar para penetrar la sociedad que nos rodea del mensaje a favor del respeto a la vida, ninguna como la “tarea educativa”; y hasta diría que todas las demás, si no van enfocadas a conseguir despertar “motivación” o/y “curiosidad bases de toda tarea educativa  solo son inútiles brindis al sol.
Para apoyar esta tesis, traigo hoy aquí el trabajo publicado en www.analisisdigital.org por Vicente Agustín Morro López [ Vicepresidente del F.V.F[1]. Vicepresidente de FCAPA-Valencia[2] ] que expone de manera eficaz y clara que la defensa de la vida es una cuestión de educar tanto desde la fe como desde la razón.

La defensa de la vida, tarea educativa desde la fe y la razón

I.- INTRODUCCIÓN.
Si hay un ámbito en que fe y razón, religión y ciencia, se complementan y colaboran estrechamente, caminando unidas, es el de la defensa de la vida humana y de la promoción de su valor y dignidad. Sus descubrimientos, intuiciones, hallazgos, no entran en contradicción sino que mutuamente se refuerzan y confirman. Esta complementariedad la enunció ya el Beato Juan Pablo II: «La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo.» En la raíz de la naturaleza del hombre, de su esencia, está la dignidad inviolable de toda vida humana, sea cual sea su estado de desarrollo y sus circunstancias particulares. Monseñor Livio Melina, Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II, señala en este sentido que «la Revelación cristiana ofrece posteriores confirmaciones a las indicaciones de la ciencia biológica y a las evidencias de la razón filosófica, proyectando una luz nueva sobre la dignidad singular de la persona.»
Este ámbito es, además, crucial para el futuro de la Humanidad. Una gran batalla cultural está librándose en torno a él especialmente desde el último tercio del Siglo XX. En ella está en juego la concepción misma del hombre. Tomando prestada la expresión de Ortega, podríamos decir que ‘el tema de nuestro tiempo’ es el ‘tema’ de la defensa de la vida, del mismo modo que la cuestión social fue el ‘tema’ de finales del Siglo XIX. Juan Pablo II, en la Encíclica Evangelium Vitae, llamaba la atención al respecto: «Hoy una gran multitud de seres humanos débiles e indefensos, como son, concretamente, los niños aún no nacidos, está siendo aplastada en su derecho fundamental a la vida. Si la Iglesia, al final del siglo pasado, no podía callar ante los abusos entonces existentes, menos aún puede callar hoy, cuando a las injusticias sociales del pasado, tristemente no superadas todavía, se añaden en tantas partes del mundo injusticias y opresiones incluso más graves, consideradas tal vez como elementos de progreso de cara a la organización de un nuevo orden mundial.» Monseñor Melina lo expresa así: «Las cuestiones fundamentales del respeto de la vida humana… han sido profetizadas por el Magisterio de la Iglesia en su dimensión no solamente de moral individual, sino propiamente social: estas cuestiones son como la “nueva frontera” de la cuestión social.»
Monseñor Reig Plá insistía también en este aspecto: «La cuestión del amor humano podría calificarse como la gran cuestión de los tiempos actuales, como lo fue la “cuestión social” durante los cien años que van de la Rerum novarum de León XIII (1893) a la Centesimus annus de Juan Pablo II.» También la Conferencia Episcopal Española reforzaba esta idea, en el documento La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, al hacer presente que «al Evangelio del matrimonio y de la familia va estrechamente unido el Evangelio de la vida.» Es decir, la vinculación esencial entre ambos ámbitos hace que también el matrimonio y la familia se encuentren en el epicentro de la batalla cultural a la que hemos aludido. Con algo más de vehemencia se pronunciaba al respecto Giuliano Ferrara, director del diario italiano Il Foglio y promotor de una iniciativa para proponer a Naciones Unidas una moratoria en la aplicación del aborto, al proclamar que «la batalla contra el aborto y la eugenesia, contra el gesto más anti femenino que uno pueda imaginar y contra el programa de mejora de la raza, es la frontera decisiva de nuestro siglo.»
Sin embargo, paradójicamente, la cuestión de la defensa de la vida está ausente en el ámbito educativo. El propio Ferrara denunciaba esta situación con crudeza: «La sordera moral respecto al aborto es hoy día la ley educativa de Occidente.» Parece como si en la escuela estuviera prohibido hablar de las cuestiones que afectan a la vida humana, de los ataques y amenazas que sufre, del valor y dignidad de «toda la vida y la vida de todos», en feliz expresión de Juan Pablo II. José María Pardo, señala la gravedad de esta cuestión, que para algunos puede resultar accesoria: «Es ilusorio pensar que se puede construir una verdadera cultura de la vida humana, sin ayudar a los adolescentes y jóvenes a comprender y vivir la sexualidad, el amor y toda la existencia según su verdadero significado. La banalización de la sexualidad es uno de los principales factores que están en la raíz del desprecio por la vida naciente: solamente un amor verdadero sabe custodiar la vida. Por tanto, no podemos eximirnos de ofrecer, sobre todo a los adolescentes y a los jóvenes, la auténtica educación de la sexualidad y del amor, una educación que implica la formación de la castidad, como virtud que favorece la madurez de la persona y la capacita para respetar el significado ‘esponsal’ del cuerpo.»
No debemos perder de vista que la educación primordialmente es, o debería ser, un servicio a la verdad. Su misión es llevar al hombre desde la duda, la falsedad o el error, al conocimiento de la realidad de las cosas, haciendo efectiva la clásica definición de Santo Tomás sobre la verdad: «adecuación de la cosa y del entendimiento.» En este ámbito la verdad consiste en reconocer los datos y evidencias presentes en la naturaleza, datos que la ciencia confirma y que son, en consecuencia, accesibles racionalmente. Datos que sólo pueden ser negados desde planteamientos puramente ideológicos. «Se ha afirmado, de manera totalmente justa, que la preeminencia de la verdad, como criterio guía para la actuación humana, es uno de los fundamentos sobre los que se apoya nuestra civilización occidental (Pieper, J.) Solamente la primacía de la verdad, radicada en la apertura honesta a la realidad, nos salva del arbitrio indiscriminado de la fuerza. La dependencia de la verdad es condición necesaria para el hecho mismo de la libertad», recordaba Livio Melina. Primacía de la verdad. Triste ironía que en este ámbito se nos pretenda presentar como suprema libertad el seguimiento de opiniones y modas basadas en falsedades y en teorías alejadas de la realidad de las cosas.
Precisamente por su condición de servicio a la verdad, la educación no puede obviar cuestiones tan trascendentales como qué es la vida, qué valor tiene, qué amenazas sufre o a qué desafíos se enfrenta, máxime teniendo en cuenta que es una cuestión que en otros entornos sociales –medios de comunicación, política- o está también deliberadamente ausente o tiene un tratamiento totalmente parcial y sesgado. Para servir a la verdad en este campo tendremos que ver, en primer lugar, qué es lo que dice la ciencia sobre la vida humana y su inicio. Después revisaremos, someramente, algunas de las falsedades y manipulaciones más difundidas.

II.- ¿QUÉ DICE LA CIENCIA?
Debe quedar claro que en esta cuestión no se trata de preferencias, ideas u opiniones, sino de datos objetivos y contrastables. La doctora López Moratalla denuncia una de las falsedades recurrentes en este ámbito: el embrión es al principio un simple conjunto de células. Al contrario, «puede afirmarse que el cigoto es un viviente y no simplemente una célula viva. Es la única realidad unicelular totipotente capaz de desarrollarse naturalmente a organismo completo y crecer lleno de coherencia.» Con más rotundidad se expresaron, en 1990, Cole y otros autores en la prestigiosa revista científica Lancet (I, 1040): «De hecho, es falso, y un insulto contra la razón, considerar que el embrión humano es sólo un grupo de células totipotentes.»
El profesor Jérôme Lejeune, actualmente en proceso de beatificación, fue un científico eminente y descubridor de la trisomía 21, origen del Síndrome de Down. Señalaba, sin ningún género de dudas, que «cada uno de nosotros tiene un comienzo muy preciso, el momento de la concepción… tan pronto como se encuentran los veintitrés cromosomas transportados por el espermatozoide con los veintitrés transportados por el óvulo, ya tenemos reunida toda la información necesaria y suficiente para expresar todas las características del nuevo ser.» Más adelante añadía que «la información que está dentro de esta primera célula transmite a ésta todos los trucos del oficio para construirse a sí misma como el individuo que es. Quiero decir que no es una definición para construir un hombre teórico, sino para construir esta persona humana particular que después llamaremos Margarita, Pablo o Pedro.»
También la ciencia jurídica se ha pronunciado al respecto, y muy recientemente. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (Gran Sala) dictó una Sentencia el 18 de octubre de 2011 en la que definía al embrión humano como un organismo capaz de iniciar el desarrollo de un ser humano, ya sea el resultado de la fecundación o producto de una clonación. Específicamente, la Sentencia confirma que «constituye un embrión humano todo “ovulo humano” a partir del estadio de la fecundación tenga el origen que tenga». ¡Qué vergüenza para aquellos que se han pasado la vida hablando de pre-embriones o de la anidación o de cualquier otro momento, más o menos arbitrario, para fijar el inicio de la vida humana!




[1] Foro Valenciano de la Familia
[2] Federación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos de Valencia

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