Estamos asistiendo en estos
últimos días a una especie de festival florar de versos sueltos, incluso a
recomendaciones muy ‘pías’ por parte de alguna diputada miembra socialista exigiendo que
se vote en conciencia o en secreto.
Los diputados y senadores de
este querido país se postulan en base a un programa de partido. A la hora de
votarles, los ciudadanos, no sabemos nada de sus personales intenciones, de sus filias
o sus fobias, todo se resume en que supuestamente asumen lo que se escribe en un
papel, el programa, que el partido por el que se presentan (se supone que libre
y gustosamente) somete al veredicto de los electores.
Unos y otros nos quisieran
ver “cual estatuas con cara de idiota” mientras nos cuelan gol tras gol por toda
la escuadra. Pero algunos vamos a hacer todo lo posible porque no se salgan con "la suya" cambiando
las reglas a mitad de partido.
Decía el Sr. D. José Antonio
Alonso, anterior portavoz del Grupo Socialista (compañero de la miembra
portavoz actual) el 29 de junio del 2010 que "La
opinión es libre, pero la lealtad al grupo que le ha acogido es obligada".
Y parece que debiera ser así siempre —al menos mientras las listas
sean cerradas— por
coherencia y decencia política; a menos que lo que se pretenda sea “urdir
artimañas torticeras que alimenten la ilusión de deserciones que puedan arrimar
el ascua a su sardina”.
También, otro ilustre
Profesor socialista, D. Enrique Tierno Galván defendía que era de todo el mundo sabido, que
los programas electorales estaban para no ser cumplidos.
Llegados a este punto, podemos
llegar a entender que un elector o millones de electores puedan sentirse engañados, y
hasta cabreados, cuando ocurren incumplimientos de los contratos electorales con los que
se concurrió a la contienda electoral. Pero..., ¿cómo entender que
alguien se rasgue las vestiduras porque se quiera cumplir con el
programa?
Once millones de electores
de este país votaron al PP para que cumpliese un programa consensuado por su
partido, asumido y defendido por sus candidatos y ofrecido a la ciudadanía para
recabar su voto. Bien está que entre los votantes haya algunos cabreados como
monas porque se suban impuestos que se prometieron bajar, o porque se recorten
servicios que prometieron no tocar, pero... que se nos pretenda vender que “no deberían meterse en una reforma que si
prometió ” es a todas luces inaudito.
A todos los diputados,
senadores y cargos del Partido Popular hay que recordarles que no fueron
forzados cuando se postularon, a sus respectivos cargos o responsabilidades políticas,
bajo el paraguas de un programa que asumía una reforma que ahora dicen “no
compartir”. ¿Dónde está su coherencia? ¿Cuándo era la hora de votar me estaba
dando gato por liebre? El filibusterismo político, los francotiradores, no debería
ser bien visto ni consentido. ¡Deje usted su sillón si ha devenido en converso
a posteriori! y no malbarate mi voto gratuitamente.
Son tiempos duros y la “partida”
está que arde. Todas las fichas del tablero valen y urge centrarse en desvelar
y desarmar la estrategia de las negras que juegan con la ventaja de los “medios”. Desenmascarar
sus embustes y sofismas es nuestra prioridad en estos momentos.
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