lunes, 6 de enero de 2014

Posicionándose en el tablero III...    para algunos, la promoción de su ego ‘bien vale un aborto o varios'.


Estamos asistiendo en estos últimos días a una especie de festival florar de versos sueltos, incluso a recomendaciones muy  ‘pías’  por parte de alguna diputada miembra socialista exigiendo que se vote en conciencia o en secreto.
Los diputados y senadores de este querido país se postulan en base a un programa de partido. A la hora de votarles, los ciudadanos, no sabemos nada de sus personales intenciones, de sus filias o sus fobias, todo se resume en que supuestamente asumen lo que se escribe en un papel, el programa, que el partido por el que se presentan (se supone que libre y gustosamente) somete al veredicto de los electores.
Unos y otros nos quisieran ver “cual estatuas con cara de idiota” mientras nos cuelan gol tras gol por toda la escuadra. Pero algunos vamos a hacer todo lo posible porque no se salgan con "la suya" cambiando las reglas a mitad de partido.
Decía el Sr. D. José Antonio Alonso, anterior portavoz del Grupo Socialista (compañero de la miembra portavoz actual) el 29 de junio del 2010 que "La opinión es libre, pero la lealtad al grupo que le ha acogido es obligada". Y parece que debiera ser así siempre al menos mientras las listas sean cerradas  por coherencia y decencia política; a menos que lo que se pretenda sea “urdir artimañas torticeras que alimenten la ilusión de deserciones que puedan arrimar el ascua a su sardina”.
También, otro ilustre Profesor socialista, D. Enrique Tierno Galván defendía que era de todo el mundo sabido, que los programas electorales estaban para no ser cumplidos.
Llegados a este punto, podemos llegar a entender que un elector o millones de electores puedan sentirse engañados, y hasta cabreados, cuando ocurren incumplimientos de los contratos electorales con los que se concurrió a la contienda electoral. Pero..., ¿cómo entender que alguien se rasgue las vestiduras  porque se quiera cumplir con el programa?
Once millones de electores de este país votaron al PP para que cumpliese un programa consensuado por su partido, asumido y defendido por sus candidatos y ofrecido a la ciudadanía para recabar su voto. Bien está que entre los votantes haya algunos cabreados como monas porque se suban impuestos que se prometieron bajar, o porque se recorten servicios que prometieron no tocar, pero... que se nos pretenda vender que “no deberían meterse en una reforma que si prometió ” es a todas luces inaudito.
A todos los diputados, senadores y cargos del Partido Popular hay que recordarles que no fueron forzados cuando se postularon, a sus respectivos cargos o responsabilidades políticas, bajo el paraguas de un programa que asumía una reforma que ahora dicen “no compartir”. ¿Dónde está su coherencia? ¿Cuándo era la hora de votar me estaba dando gato por liebre? El filibusterismo político, los francotiradores, no debería ser bien visto ni consentido. ¡Deje usted su sillón si ha devenido en converso a posteriori! y no malbarate mi voto gratuitamente.
Son tiempos duros y la “partida” está que arde. Todas las fichas del tablero valen y urge centrarse en desvelar y desarmar la estrategia de las negras que juegan con la ventaja de los “medios”. Desenmascarar sus embustes y sofismas es nuestra prioridad en estos momentos. 

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