El artículo que hoy os traigo es de los que inevitablemente
pone en guardia a mucha gente que es tremendamente temerosa de evitar cualquier
atisbo de ser adoctrinada o influida por creencias sobre las que pesa una fama
de fundamentalismo, aunque ésta haya sido en gran medida producto de insidias miles
como es el caso de la Iglesia Católica.
Por ello quiero recordar aquí algo que leí en
otra ocasión, que un “valor” no lo es porque lo haga suyo la Iglesia Católica,
más bien es al contrario, la Iglesia lo hace suyo porque entiende que es bueno.
Lo inteligente es analizar las cosas sin
prejuicios previos basados en quienes puedan o no estar defendiéndolas.
Tras esta introducción, os invito a leerlo
con atención, porque tiene y da claves
muy interesantes y poco conocidas sobre lo que representan la fecundación
artificial y la naprotecnología (tecnología de ayuda a la procreación
natural), y en el que no hay ningún dogma ni criterio de fe que haya de ser
considerado… simplemente porque no es materia de creencia alguna.
Quien se acerca a la FIV para solucionar su
problema de esterilidad, sale tan estéril como llegó, aunque finalmente haya conseguido
un embarazo y el hijo deseado. Mientras que tras el éxito de un tratamiento
basado en la naprotecnología hay una resolución del problema de esterilidad.
¿Fecundación
asistida? La «napro» es un método más eficaz, económico y «católicamente
correcto»
Rodolfo
Casadei / Tempi
Su índice de éxito
es doble respecto al de la fecundación asistida por porcentaje de nacimientos
de parejas que siguen los tratamientos, y cuesta once veces menos, pero
es realizada por pocos médicos en todo el mundo, está boicoteada por los
lobbys de la probeta y es ignorada por los sistemas sanitarios nacionales.
La naprotecnología
nació en los Estados Unidos y llegó a Europa hace unos años, pero sigue
enfrentándose al prejuicio que la considera un enfoque confesional a la
medicina, condicionado por dogmas religiosos. Nada más lejos de la realidad. Es
verdad que la práctica de la naprotecnología es rigurosamente conforme a la
bioética católica; pero se ha demostrado que su enfoque del problema de la
esterilidad es científica y clínicamente más riguroso del que se
practica en el ámbito de la fecundación asistida. Y por esto al final es
también más eficaz: lo confirman las estadísticas.
Diferencia entre una y otra
«La diferencia
entre la naprotecnología y la fecundación in vitro consiste en el hecho de que
en la primera la cuestión fundamental es el diagnóstico de las causas de
infertilidad, se busca una explicación médica de porqué una pareja no consigue
procrear y, por tanto, se intenta eliminar el problema y “ajustar” el
mecanismo natural, volviendo a darle su armonía», explica Phill Boyle, el
ginecólogo irlandés que imparte, en una clínica de Galway, los cursos de
formación en naprotecnología para médicos de toda Europa.
«En el
procedimiento in vitro, en cambio, el diagnóstico de las causas no tiene
importancia, los médicos quieren sencillamente “burlar el obstáculo”,
llevando a cabo una fecundación artificial. En la naprotecnología, el
tratamiento resuelve el problema de la pareja, que después puede tener otros
hijos. Sin embargo, con el método in vitro, los cónyuges no se curan y
siguen siendo una pareja estéril, y para tener más niños deberán siempre
confiar en un laboratorio».
«La naprotecnología
es la verdadera fecundación asistida», ironiza Raffaella Pingitore, la
ginecóloga más experta en dicho método en el área de lengua italiana, y que
realiza en la clínica Moncucco de Lugano (Suiza). «En el sentido que
asistimos a la concepción desde el principio hasta el fin, es decir desde
la fase de individuación de los marcadores de fecundidad en la mujer hasta las
intervenciones farmacológicas y/o quirúrgicas necesarias para permitir que
la pareja llegue de un modo natural a la concepción».
Conjunto de técnicas diagnósticas
El nombre deriva
del inglés “natural procreation technology”, tecnología de la procreación
natural. Más que una tecnología es un conjunto de técnicas diagnósticas e
intervenciones médicas que tienen como objetivo individuar la causa de la
infertilidad y su puntual eliminación. Se empieza con las tablas del modelo
Creighton, que describen el estado de los biomarcadores de la fecundidad
durante todo el ciclo menstrual de la mujer y que se basan, principalmente, en
la observación del estado del flujo vaginal, realizado por la mujer misma. El
pilar que sostiene toda la naprotecnología es la capacidad de observación de sí
misma que tiene la mujer: para ello, se la forma en la parte inicial del
recorrido. Las tablas correctamente rellenadas, con el estado del flujo vaginal
día a día y los otros datos, son la base de todos los pasos sucesivos. A partir
de aquí ya es posible diagnosticar carencias hormonales, insuficiencias lúteas
y otros problemas que se pueden tratar con la suministración de las hormonas
que faltan. Si la infertilidad persiste, se continúa con el examen detallado
del nivel de las hormonas en la sangre, la ecografía de la ovulación y la
laparoscopia avanzada. Pueden ser necesarias, entonces, intervenciones de
microcirugía de las trompas o de laparoscopia avanzada para extirpar las partes
dañadas por la endometriosis. El resultado final es un porcentaje de nacidos vivos
entre el 50 y el 60 por ciento del total de las parejas que realizan el
tratamiento durante un máximo de dos años (pero la mayor parte concibe en el
primer año), contra una media del 20-30 por ciento que recurre a los ciclos de
fecundación in vitro (en general, seis ciclos).
La negligencia de los médicos
«Una de las cosas
que más me escandaliza es la difundida negligencia en el diagnóstico de las
causas de infertilidad», explica Raffaella Pingitore.
«Hoy, después de
unos pocos análisis pragmáticos, se dirige a la mujer a los centros de
fecundación asistida. Hemos llegado al punto que, hace unos años, la Sociedad
Estadounidense de Medicina Reproductiva declaró la insuficiencia lútea como
inexistente, porque no podía ser diagnosticada “científicamente”. Pero sí que podemos
diagnosticarla implicando a la mujer y pidiéndole que observe y describa a
diario el estado de su flujo vaginal, procedimiento que nos permite
diagnosticar la insuficiencia lútea. Esto para muchos médicos es impensable: se
limitan a una extracción en el vigésimo primer día del ciclo menstrual para
medir el nivel de progesterona. Pero sólo el 20 por ciento de las pacientes
tiene un ciclo perfectamente regular, por lo que el dato obtenido de la
extracción se diagnostica casi siempre como inútil».
«En los Estados
Unidos, en Omaha, en el Estado de Nebraska, iban a visitar al doctor Thomas Hilgers,
el verdadero creador de la naprotecnología, mujeres a las cuales se les había
descartado la endometriosis tras una laparoscopia. Pero realizando una
laparoscopia avanzada se descubría que en el 90 por ciento de los casos la
endometriosis sí existía. A mí a menudo me ha sucedido lo mismo. Una
laparoscopia avanzada debería ser una práctica estándar en los test de
esterilidad, pero al tratarse de una intervención quirúrgica, la hostilidad
hacia ella es grande».
Que el hecho de
recurrir de manera indiscriminada a la fecundación asistida es paralelo a la
negligencia diagnóstica se deduce también por el elevado número de pacientes
que recurren con éxito a la naprotecnología después de ciclos fracasados de
fecundación in vitro. El doctor Boyle afirma que en los últimos seis años, en
el grupo de pacientes con edad inferior a los 37 años que ya habían intentado
dos ciclos de fecundación asistida, el porcentaje de las que han concebido
gracias al método de procreación natural ha sido del 40 por ciento. Raffaella
Pingitore cuenta su experiencia personal: «La paciente tenía 36 años y deseaba
un embarazo desde hacía ocho años; se le habían realizado en el pasado cinco
ciclos de fecundación asistida sin éxito. Le hice registrar la tabla de los
marcadores de fertilidad y observamos que tenía una fase satisfactoria de flujo
fértil, pero unos niveles hormonales un poco bajos, lo que indicaba una
ovulación un poco defectuosa. También tenía síntomas de endometriosis; le
realicé una laparoscopia, encontré la endometriosis y coagulé los focos de
endometriosis en el útero, ovarios y trompas. La sometí a una terapia para que
estuviera en menopausia durante seis meses: de este modo se secaban bien todos
los focos de endometriosis que tal vez aún quedaban. Tras esta terapia continué
con un fármaco, el Antaxone, con dieta y con el apoyo de la fase lútea con
pequeñas inyecciones de gonadotropina. Esto aumentó el nivel de hormonas y en
el cuarto mes de tratamiento se había alcanzado un flujo muy bueno. En el
decimoséptimo día después de la ovulación realizamos el test de embarazo, que
resultó positivo».
Costes y beneficios
El escrúpulo del
profesional éticamente motivado puede más que las técnicas artificiales. Lo
demuestra la anécdota de la doctora Pingitore y lo demuestran las estadísticas
del doctor Boyle. En Irlanda, en el arco de cuatro años, el ginecólogo curó a
1.072 parejas que deseaban un hijo desde hacía más de cinco años. La edad media
de las mujeres era de 36 años, y casi un tercio de ellas ya había intentado
tener un hijo con la fecundación in vitro. Tras seis meses de tratamiento
naprotecnológico, la eficacia del método fue del 15,9 por ciento. Tras un año,
del 35,5 por ciento; tras un año y medio, el 48,5 por ciento de las pacientes
se había quedado embarazada. Si el tratamiento duraba dos años, casi el 65 por
ciento de las pacientes se quedaba embarazada.
Sobre una base de
pacientes mucho más pequeña, la doctora Pingitore, en el bienio 2009-2011,
obtuvo una media de 47,3 por ciento de embarazos. En los Estados Unidos (país
donde no están vigentes leyes que limitan el número de embriones fecundados que
pueden ser transferidos al útero), los índices de la fecundación asistida tras
seis ciclos son los siguientes: 30-35 por ciento para mujeres con edad inferior
a los 35 años; 25 por ciento para mujeres entre los 35 y los 37 años; 15-20 por
ciento para mujeres entre los 38 y los 40 años; 6-10 por ciento para mujeres
con edad superior a los 40 años.
Después tenemos la
cuestión, para nada secundaria, de los costes, si bien en Italia se discute
poco sobre ella porque, aparte del copago, el gasto corre a cargo de la sanidad
pública. En tiempos de austeridad y de efectos deletéreos de la deuda pública,
sin embargo, debería también tener un valor en nuestro país la relación gasto/eficacia.
Por tanto, resulta que si comparamos los costes de dos años de tratamiento
naprotecnológico con los seis ciclos de fecundación asistida, la segunda cuesta
once veces más que el primero. Un único ciclo de fecundación in vitro cuesta
alrededor de 3.750 euros, más 1.000 euros de medicación, por lo que seis ciclos
costarían 28.500 euros, a los cuales hay que añadir otros 800 para la
congelación y el mantenimiento de los embriones y 1.200 para la transferencia
de los mismos, por un total general de 30.500. En cambio, incluso alargando el
tratamiento naprotecnológico a dos años, los costes son modestos: 300 euros
para el curso de formación en los métodos naturales, 800 para las visitas
médicas y 1.500 para los medicamentos, por un total de apenas 2.600 euros.
Probablemente, los parlamentos y los ministros de Sanidad de los países
europeos no son muy sensibles a los temas bioéticos, pero difícilmente podrán
fingir sordera antes las peticiones de verificación de la relación
costes/beneficios entre los dos métodos.
«La
naprotecnología está destinada a difundirse, aunque sólo sea por un tema
vinculado a los costes, en los cuales se calculan también los efectos
colaterales de la práctica de la fecundación asistida: no nos olvidemos que los
niños que nacen con esa técnica tiene más probabilidad de malformaciones y
problemas de salud que los que nacen de manera natural», recuerda Raffaella
Pingitore.
«Sin embargo,
primero es necesario derrotar al lobby de la procreación asistida. Es un
lobby supermillonario, que enriquece a centenares de personas y que no dejará
fácilmente que se le ponga el bastón entre las ruedas».
Traducción al
español de Helena Faccia Serrano
Fuente: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=30388
Para saber más: El difícil
acceso a la planificación familiar natural en España
1 comentario:
Interesantísimo artículo. Gracias, Álvaro.
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