El Domingo día 14 os comunicábamos nuestro lamento por el triunfo de la
sinrazón que suponía la
reforma irlandesa de la ley del aborto...
Hoy quiero haceros disfrutar imaginando como algunos
electores irlandeses deben sentirse orgullosos de una política valiente y consecuente con su conciencia que considera
por encima de cualquier disciplina de voto.
A ver si alguno de nuestros políticos se mira en ese espejo.
Irlanda admite la amenaza de suicidio como motivo para abortar
Irlanda: Una ministra valiente, contra la reforma del aborto
ACEPRENSA │12 JULIO 2013
La Cámara baja (Dáil) del Parlamento irlandés ha
aprobado la ley que admite la amenaza de suicidio como motivo para abortar
(cfr. Aceprensa, 9-05-2013). Ante la
creciente oposición de muchos diputados a la reforma, el gobierno decidió
imponerles la disciplina de partido. Pero la secretaria de Estado para Asuntos
Europeos, Lucinda Creighton (en la foto), se la ha saltado para votar en
contra, por lo que ha sido expulsada del grupo parlamentario y ha renunciado a
su cargo en el gobierno. Pero el discurso que pronunció en el Dáil
el 1 de julio, pocos días antes de la votación, no ha pasado inadvertido.
“Cada vez tengo más claro que, en la práctica, el
aborto funciona muchas veces como una herramienta para oprimir a las mujeres”
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Tras dos sesiones parlamentarias que se prolongaron
hasta la madrugada, el gobierno de coalición formado por conservadores y
laboristas ha logrado sacar adelante su controvertida ley del aborto (ver
recuadro) por 127 votos a favor y 31 en contra. La amplia diferencia de votos
no refleja la división de opiniones de los diputados, obligados a votar según
el diktat del primer ministro, Enda Kenny.
Michelle Mulherin, por ejemplo, es una de las
diputadas que criticó la ley por la desprotección en que dejaba al no nacido,
pero que terminó apoyándola. “Estoy decepcionada por la escasa consideración
[del gobierno] hacia mis legítimas preocupaciones y las de otros muchos colegas
(…). Ahora me enfrento con la disyuntiva de apoyar la ley o ser expulsada del
partido, mi partido. Y no puedo permitir que me echen. Así que apoyo la
reforma”.
Para romper la disciplina de partido, había que estar
dispuesto a jugarse el puesto. Es lo que ha hecho Lucinda Creighton, ministra
para Asuntos Europeos. El voto en contra le ha valido la expulsión automática
de su grupo parlamentario. Después ella ha presentado la dimisión como
ministra. Ahora se queda como un miembro más del Fine Gael, el partido al que
llegó con 18 años.
Cambio de postura
“Nunca
he sido una activista provida”, aclara Creighton. “Ni siquiera entré en
política porque me interesara la cuestión del aborto. De hecho, ya he explicado
en otras ocasiones que mi postura en este debate era muy diferente cuando era
estudiante”. Por eso ahora se sorprende de que, dos años después de haber llegado
al Parlamento, se encuentre denunciando la ley promovida por su gobierno para
liberalizar el aborto.
“Últimamente en Irlanda se asume automáticamente que
si uno consulta a su conciencia, está esencialmente consultando con Roma”
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Pero sus ideas han ido cambiando en los últimos años,
fruto de su reflexión personal y del contacto con amigas y familias afectadas
por el aborto. Ahora no está dispuesta a tragarse los tópicos que rodean a este
debate, dominado por lo que califica de “groupthink”: “Si cuestionas que
el aborto es una solución progresista, un asunto crucial para los derechos de
las mujeres, un elemento central de la agenda progresista… se te considera
atrasado e intolerante”.
A Creighton no le impresiona esta forma de pensar.
Ella cambió cuando empezó a considerar la perspectiva de la otra vida implicada
en el debate: “Creo que la mayoría de nosotros somos conscientes de que un bebé
no nacido es justamente eso: un bebé. Y si nace de forma prematura (…)
pondremos todos los recursos de la ciencia a su servicio para salvarlo”.
“Conozco un buen número de mujeres que han abortado
y que después lo han lamentado profundamente. Pero no conozco a ninguna mujer
que haya tenido un bebé y se haya arrepentido”
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Para Creighton, el argumento de que el aborto libera a
la mujer ha perdido consistencia. “Yo también estoy a favor de los derechos de
la mujeres. Pero con eso quiero decir de todas las mujeres. No solo las
adultas, ni las adolescentes, ni las niñas: también de las que son un bebé. (…)
Cada vez tengo más claro que, en la práctica, el aborto funciona muchas veces
como una herramienta para oprimir a las mujeres”.
La ministra recuerda cómo el aborto, unido a la
preferencia por el hijo varón en China, la India, Corea e incluso en algunos
países de Europa y EE.UU., ha conducido a la eliminación de millones de niñas.
“Sería muy extraño que nosotros, como legisladores y espero que como seres
pensantes, no nos preguntáramos cuál es la diferencia neta entre el diagnóstico
prenatal seguido de un aborto en función del sexo y el homicidio intencionado
de una niña tras el parto”.
El recurso al aborto como instrumento para segar la
vida de las niñas está tan extendido en China que, de seguir así, hacia 2020
faltarán entre 30 y 40 millones de niñas. Ante este dato, Creighton apunta: “30
o 40 millones de mujeres menos en el mundo difícilmente se puede contar entre
los logros del feminismo o del progresismo”.
Una declaración firmada por 113 psiquiatras
irlandeses sostiene que la cláusula sobre la amenaza de suicidio prevista por
la reforma es ineficaz
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Pero las niñas no son las únicas que han sufrido los
efectos del aborto selectivo. También es cada vez más corriente eliminar por el
aborto a cualquier bebé que padezca alguna anomalía.
Esto nos devuelve a la cuestión de si el aborto es una
solución avanzada. En una sociedad progresista, dice Creighton, celebramos la
vida también en sus manifestaciones imperfectas. Prueba de ello es que ahora
Irlanda conmemora con orgullo el décimo aniversario de la llegada de las
Paraolimpiadas a Dublín.
Consultar a la
conciencia
Lucinda Creighton pertenece al Fine Gael, partido que
siempre había defendido sin ambages el derecho a la vida. De hecho, en 2011 el
partido hizo un compromiso electoral de que no legislaría a favor del aborto.
Pero el primer ministro Enda Kenny, que también pertenece a ese partido, ha
cambiado las reglas del juego. Además de lanzarse a apoyar una causa que no
figuraba en el programa electoral, ha exigido a sus diputados que se sometan a
la disciplina de partido. Curiosamente, es a Creighton a quien se ha acusado en
estos días de traicionar sus ideas políticas.
“Algunos me han exigido que aparque mis convicciones
morales y mi conciencia para que me sume a apoyar el aborto. La verdad es que a
mí esto me resulta muy extraño. Últimamente en Irlanda se ha popularizado la
idea de que cualquiera que invoca la moral es porque pertenece a la Iglesia
católica. Se asume automáticamente que si uno consulta a su conciencia, está
esencialmente consultando con Roma. (…) Pero este debate no tiene que ver con
la religión, sino con los derechos humanos”.
“Me pregunto a quién debería consultar en un asunto
que afecta a los derechos humanos si no es a mi conciencia”, afirma Creighton
(…) “¿A la última encuesta de opinión? ¿A la jerarquía del partido? ¿Al
director del periódico más influyente?”.
Creighton sabe cuál es el precio a pagar por
desobedecer al primer ministro. De hecho, no se sorprende de que muchos
representantes políticos eviten a toda costa los debates controvertidos:
siempre es más fácil hacerse el sordo que dar la cara por las propias ideas,
arriesgándose a la impopularidad. Pero si la conciencia (y el derecho a la
objeción de conciencia) se retiran de este debate, perderá todo el país.
Una ley que desprotege
al no nacido
Creighton no critica todos los aspectos de la reforma.
Valora, por ejemplo, que se refuercen las intervenciones médicas necesarias
para salvar la vida de una mujer embarazada cuando la vida de ella corre
peligro, aunque puedan causar, indirectamente, la muerte del no nacido. La vida
de la madre merece igual protección que la del no nacido. Este es un principio
genuinamente provida.
A lo que sí se opone es a que la ley admita la amenaza
de suicidio como motivo para abortar. El gobierno ha ignorado “que la opinión
mayoritaria entre la profesión médica es que el aborto nunca podrá ofrecer una
solución a la intención suicida”. En este sentido, apela a una reciente
declaración firmada por 113 psiquiatras irlandeses en la que sostienen de forma
unánime que la cláusula sobre la amenaza de suicidio prevista por la reforma es
sencillamente ineficaz.
Creighton critica también que la nueva ley no
establezca un límite temporal para poder practicar el aborto. Aquí el gobierno
es ambiguo. Algunos ministros han defendido recientemente que no se puede
abortar a partir del momento en que el feto es viable. Pero la ley no recoge
expresamente ese límite. “Estoy absolutamente perpleja al comprobar que esta
reforma renuncia a la protección legal del no nacido”.
Y concluye: “Conozco un buen número de mujeres que han
abortado y que después lo han lamentado profundamente. Pero no conozco a
ninguna mujer que haya tenido un bebé y se haya arrepentido. No importan las
circunstancias, el estrés inicial, el miedo o la ansiedad, el estigma o la
inquietud, debemos apoyar a las mujeres en esos momentos de necesidad. Este es,
lisa y llanamente, nuestro deber moral y constitucional”.
Cómo
queda el aborto en Irlanda
· El aborto es legal cuando existe un "riesgo
sustancial y real" para la vida de la madre, certificado por dos médicos.
· También será legal cuando exista una amenaza de
suicidio por parte de la mujer embarazada. En este caso, un comité formado por
tres médicos (un obstetra o un ginecólogo y dos psiquiatras) evaluará el estado
de salud físico y mental de la embarazada.
· La ley no establece un límite temporal para poder
practicar el aborto, por lo que podrá realizarse en cualquier momento del
embarazo.
· Los hospitales no pueden negarse a practicar abortos
alegando la objeción de conciencia, pero sí pueden hacerlo los médicos,
enfermeras o comadronas.
· Penas de cárcel de hasta 14 años por practicar abortos
ilegales.
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