Qué triste y desolador resulta ver que las cosas más sensatas
son las que menos se cultivan en nuestros días.
Aunque el autor está refiriéndose a Chile, podemos
extrapolar lo que afirma a nuestra España o a cualquier otro país.
Eduquemos para el día
“antes”, es más “seguro” que adiestrar para el “día después”
Publicado
el 15 abril 2013
Durante años se discutió en nuestro país la posibilidad
de distribuir gratuitamente la Píldora del Día Después (PDD), incluso a menores
de 14 años sin el conocimiento y/o consentimiento de los padres. Finalmente
después de muchas “idas y venidas” se aprobó definitivamente su distribución.
La discusión fue monopolizada por los aspectos sanitarios (eventual aumento
explosivo de embarazos no deseados y abortos), científicos (¿es o no
abortiva?), y jurídicos (potestad del tribunal para resolver este tipo de
casos, etc.). Sin embargo, poco se habló de otra dimensión del problema, a
saber: la antropológica y por extensión ética. Dicho de otro modo, sobre el
“día después” se debatió mucho, pero acerca del “día antes”, muy poco.
El desacuerdo básico entre defensores y oponentes de
la píldora no está en el fin perseguido: evitar embarazos adolescentes y
abortos, sino en el medio utilizado: la PDD, que para unos es eventualmente
abortiva (duda razonable) y para otros no. Es decir, el origen de las
discrepancias hunde sus raíces en la concepción del hombre y los límites a sus
actos. Los partidarios de la PDD esgrimen el derecho a elegir sobre la
propia sexualidad (“saquen sus rosarios de nuestros ovarios” rezaba una
pancarta en una marcha en contra de uno de los fallos del Tribunal
Constitucional), y apelan, además, a los altos índices de embarazos no deseados
adolescentes y abortos clandestinos especialmente en los sectores más pobres de
la población para justificar su distribución. Ante este fatum la premisa
es: si no podemos (o no queremos) eliminar la causa (sexo prematuro),
combatamos el efecto (embarazos no deseados, abortos) repartiendo gratuitamente
la píldora. Desde el punto de vista estrictamente sanitario este fármaco no
es una buena solución, pues como lo ha postulado el mismo doctor Zegers, su
efecto anticonceptivo es muy inferior o menos eficiente en relación a otros
anticonceptivos. En países como Inglaterra donde la píldora se utiliza con
profusión, no han disminuido ni los embarazos adolescentes ni los abortos.
Preocuparse sólo de paliar los indeseados efectos de
una acción muchas veces irreflexiva y no abordar las causas que la originan es
no enfrentar realmente el problema. ¿Por qué insisten los partidarios de la PDD
en contrarrestar el efecto y no la causa? Porque para ellos cada adolescente
o joven tiene el derecho a hacer lo que quiera con su sexualidad y por lo tanto
ni el Estado ni los padres tienen derecho a prohibirles esta práctica o
imponerle restricciones. Éstos, por el contrario, deben garantizarles el
“derecho al sexo seguro”. Cualquier medida normativa, como por ejemplo la
abstinencia, huele a “moralismo”, “beatería” o “conservadurismo”. La segunda
razón, no declarada públicamente, obedece a la triste y fatalista concepción
que tienen de la juventud, rebajada a una condición cuasi animal, al
considerarlos incapaces de moderar su apetito sexual, sobre todo los jóvenes de
los sectores más pobres. Esta pesimista y sesgada visión de la juventud es
claramente despersonalizadora.
Una solución digna y eficiente sería concentrar los
esfuerzos en planes de educación sexual que confíen en los jóvenes, incluyan la
dimensión afectiva de la sexualidad y ayuden a fortalecer su voluntad. ¿Si en
Uganda ha resultado, por qué no podría tener éxito en nuestro país? ¿Por qué
no fomentar la responsabilidad, el respeto mutuo y el compromiso, en vez de
adiestrarlos en la prevención de embarazos a través del uso del condón?
¿Por qué no tratar a los jóvenes con un poco más de dignidad y considerar la
posibilidad de que sean ellos y no una píldora los que cambien esta realidad?
¿Cómo construiremos un país desarrollado y pujante si no confiamos en el
“futuro de Chile”? Así las cosas, bienvenido el desenfreno (sexo público
en fiestas y discoteques), bienvenida la falta de compromiso (“touch and
go”).
El drama de los embarazos no deseados que tanto
detractores como partidarios de la píldora pretenden evitar no se soluciona
repartiendo la PDD indiscriminadamente, sino formando en los jóvenes una
inteligencia clara que les permita realmente saber cuál es el bien y una
voluntad fuerte para hacer ese bien (y evitar el mal). Desconocer la raíz
antropológica y ética involucrada en la distribución de la PDD, es solo
contemplar la punta del iceberg.
Eugenio Yáñez
Académico Universidad Adolfo Ibáñez
Académico Universidad Adolfo Ibáñez
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