jueves, 20 de junio de 2013

Otra acerca de los 'sinsentidos' que nos rodean...


Qué triste y desolador resulta ver que las cosas más sensatas son las que menos se cultivan en nuestros días.
Aunque el autor está refiriéndose a Chile, podemos extrapolar lo que afirma a nuestra España o a cualquier otro país.

Eduquemos para el día “antes”, es más “seguro” que adiestrar para el “día después”

Publicado el 15 abril 2013
Durante años se discutió en nuestro país la posibilidad de distribuir gratuitamente la Píldora del Día Después (PDD), incluso a menores de 14 años sin el conocimiento y/o consentimiento de los padres. Finalmente después de muchas “idas y venidas” se aprobó definitivamente su distribución. La discusión fue monopolizada por los aspectos sanitarios (eventual aumento explosivo de embarazos no deseados y abortos), científicos (¿es o no abortiva?), y jurídicos (potestad del tribunal para resolver este tipo de casos, etc.). Sin embargo, poco se habló de otra dimensión del problema, a saber: la antropológica y por extensión ética. Dicho de otro modo, sobre el “día después” se debatió mucho, pero acerca del “día antes”, muy poco.
El desacuerdo básico entre defensores y oponentes de la píldora no está en el fin perseguido: evitar embarazos adolescentes y abortos, sino en el medio utilizado: la PDD, que para unos es eventualmente abortiva (duda razonable) y para otros no. Es decir, el origen de las discrepancias hunde sus raíces en la concepción del hombre y los límites a sus actos. Los partidarios de la PDD esgrimen el derecho a elegir sobre la propia sexualidad (“saquen sus rosarios de nuestros ovarios” rezaba una pancarta en una marcha en contra de uno de los fallos del Tribunal Constitucional), y apelan, además, a los altos índices de embarazos no deseados adolescentes y abortos clandestinos especialmente en los sectores más pobres de la población para justificar su distribución. Ante este fatum la premisa es: si no podemos (o no queremos) eliminar la causa (sexo prematuro), combatamos el efecto (embarazos no deseados, abortos) repartiendo gratuitamente la píldora. Desde el punto de vista estrictamente sanitario este fármaco no es una buena solución, pues como lo ha postulado el mismo doctor Zegers, su efecto anticonceptivo es muy inferior o menos eficiente en relación a otros anticonceptivos. En países como Inglaterra donde la píldora se utiliza con profusión, no han disminuido ni los embarazos adolescentes ni los abortos.
Preocuparse sólo de paliar los indeseados efectos de una acción muchas veces irreflexiva y no abordar las causas que la originan es no enfrentar realmente el problema. ¿Por qué insisten los partidarios de la PDD en contrarrestar el efecto y no la causa? Porque para ellos cada adolescente o joven tiene el derecho a hacer lo que quiera con su sexualidad y por lo tanto ni el Estado ni los padres tienen derecho a prohibirles esta práctica o imponerle restricciones. Éstos, por el contrario, deben garantizarles el “derecho al sexo seguro”. Cualquier medida normativa, como por ejemplo la abstinencia, huele a “moralismo”, “beatería” o “conservadurismo”. La segunda razón, no declarada públicamente, obedece a la triste y fatalista concepción que tienen de la juventud, rebajada a una condición cuasi animal, al considerarlos incapaces de moderar su apetito sexual, sobre todo los jóvenes de los sectores más pobres. Esta pesimista y sesgada visión de la juventud es claramente despersonalizadora.
Una solución digna y eficiente sería concentrar los esfuerzos en planes de educación sexual que confíen en los jóvenes, incluyan la dimensión afectiva de la sexualidad y ayuden a fortalecer su voluntad. ¿Si en Uganda ha resultado, por qué no podría tener éxito en nuestro país? ¿Por qué no fomentar la responsabilidad, el respeto mutuo y el compromiso, en vez de adiestrarlos en la prevención de embarazos a través del uso del condón? ¿Por qué no tratar a los jóvenes con un poco más de dignidad y considerar la posibilidad de que sean ellos y no una píldora los que cambien esta realidad? ¿Cómo construiremos un país desarrollado y pujante si no confiamos en el “futuro de Chile”? Así las cosas, bienvenido el desenfreno (sexo público en fiestas y discoteques), bienvenida la falta de compromiso (“touch and go”).
El drama de los embarazos no deseados que tanto detractores como partidarios de la píldora pretenden evitar no se soluciona repartiendo la PDD indiscriminadamente, sino formando en los jóvenes una inteligencia clara que les permita realmente saber cuál es el bien y una voluntad fuerte para hacer ese bien (y evitar el mal). Desconocer la raíz antropológica y ética involucrada en la distribución de la PDD, es solo contemplar la punta del iceberg.

Eugenio Yáñez
Académico Universidad Adolfo Ibáñez

Fuente:

No hay comentarios: