Hoy, circunstancialmente, nos invitan a que reflexionemos
concienzudamente y que nuestro voto sea una respuesta responsable respecto a lo
que importa al bien común de todos.
Apuntarte a la causa de los débiles e indefensos que
matan por cientos de miles, año tras año, víctimas del aborto te hace cuestionarte
la importancia real que las otras cosas y causas tienen para ti.
Demasiados han decidido cerrar los ojos, volver la cara.
Es, desde luego, una rara manera de
hacer que “no sea” lo que no pueden soportar que evidencie su vergonzante cobardía
de no enfrentarlo. El maestro J. Ortega se lamentaba de que “El mayor crimen está ahora [en nuestros
días], no en los que matan, sino en los
que no matan pero dejan matar ”.
Así que las constantes “llamadas” a la reflexión me han
hecho recordar este editorial de ForumLibertas que coloca en el punto de mira tres
interrogantes sobre los que ciertamente vale la pena reflexionar y que claman
por una respuesta.
Aborto: interrogantes que merecen reflexión y respuesta
16/05/2014 –
Editorial - ForumLibertas.com
a) ¿Por qué la
conciencia moderna occidental es más sensible a los presuntos derechos de la
mujer a disponer de su cuerpo, hasta la muerte del ser humano engendrado como
resultado de un acto sexual, que al derecho del engendrado de llegar a ser un
niño, y la belleza y ternura de la luz ha sido vencida por el horror de
abortar?
b) ¿Por qué esto
ocurre especialmente en el marco del estado del bienestar, que puede ayudar a
la madre, particularmente cuando está sola o con pocos recursos, y cuando
además hay una decadencia demográfica que hace necesarios más nacimientos para
mantener la población en un nivel estable?, ¿por qué la cantidad de abortos es
tan aterradoramente grande en España? Más de cien mil al año, muchísimo más que
la diferencia entre nacimientos y defunciones.
c) ¿Por qué una
práctica propia de culturas precristianas, ilegalizada durante más de quince
siglos y que rebrota el siglo XX, primero en la Unión Soviética y la China comunista,
para forzar la incorporación de la mujer a la producción económica, y en el
Japón derrotado y ocupado por los Estados Unidos a fin de controlar el
crecimiento de la población (aunque seguía siendo ilegal en el país americano),
ha acabado siendo entendida finalmente como un bien para la mujer? ¿Qué ha
cambiado en nuestra civilización para que se produzca esta transformación?
En esta dinámica histórica, el aborto ha pasado de ser
considerado un mal a representar un mal menor, a ser calificado como bien, y se
configura como un "derecho". Pero, ¿por qué es un bien? Las
razones para pensarlo pueden ser que, en algunas ocasiones, permite liberarse
de cargas no deseadas, conservar empleos codiciados, progresar en la escala
laboral, o acercar la situación de la mujer a la del hombre, tan
desconsideradamente ajeno, bien a menudo, a estas preocupaciones. Es cierto que
la Modernidad ha aportado entre sus ideales una autonomía crítica y responsable
del individuo, pero las cifras de abortos que acabamos de mencionar no parecen
hablar de responsabilidad ni espíritu crítico, sino revelar una muy
considerable frivolidad en esta cuestión. Si alguien desea que su riesgo de
atropellar a alguien sea cero simplemente no conduce, porque sabe que si lo
hace hay una posibilidad de que suceda, y no le servirá de nada alegar que no
deseaba hacerlo. Deberá asumir su responsabilidad. De ahí que, ante el
embarazo, la mujer y el hombre tienen una disyuntiva semejante a la de que
quien ha atropellado a alguien: huir o hacerse cargo de la víctima, como en los
casos de un enfermo terminal, un anciano de noventa años o un discapacitado
mental profundo. Cuanto más frágil sea la víctima, más clamara la sociedad para
su atención, y no tendrá en cuenta su grado de desarrollo personal.
En el aborto, esta regla humana parece detenerse. Es
necesario preguntarse por qué.
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