Ha pasado ya una semana larga desde que nos vimos en Madrid
y a juicio de la prensa “mayoritaria” casi
que debíamos ser “transparentes” porque simplemente nos ignoran.
Para desgracia de las víctimas de tanta muerte… no somos
capaces de hacer sombra al aluvión de noticias sobre corrupciones, corruptelas
y pícaros que anidan profusamente en nuestro paisaje patrio, y que son “carnaza”
que se sirve calentita en todo espectro de radios, televisiones y prensa de
todo tipo, hasta el colmo del hartazgo.
Muchas veces me he preguntado ¿cómo es posible que la gente “pase”
tan ostentosamente de lo que supone el exterminio de 300 seres humanos CADA
DIA?
y no tengo la solución, pero leyendo el artículo que os traigo hoy… quizás un poco de luz puede alcanzarnos; y, apuntándome a la tesis de Magdalena, además de luz… también responsabilidad de no ajustar nuestra estrategia porque como dice ella “Cualquier tribuna es buena. ¡No permitamos que nos silencien!”, el mensaje y la reivindicación no pueden decaer en el día siguiente ni en los que le sigan, hasta que… hastiados volvamos a congregarnos en la siguiente manifestación.
y no tengo la solución, pero leyendo el artículo que os traigo hoy… quizás un poco de luz puede alcanzarnos; y, apuntándome a la tesis de Magdalena, además de luz… también responsabilidad de no ajustar nuestra estrategia porque como dice ella “Cualquier tribuna es buena. ¡No permitamos que nos silencien!”, el mensaje y la reivindicación no pueden decaer en el día siguiente ni en los que le sigan, hasta que… hastiados volvamos a congregarnos en la siguiente manifestación.
Sin más, os paso el artículo extraordinario de Magdalena del
Amo que publicaba en www.analisisdigital.com
el lunes pasado. Nada de lo que dice es superfluo
o desdeñable, pero me he permitido resaltar en color lo que
me ha parecido especialmente crucial.
Manifestación contra el aborto
todos los días
24 noviembre, 2014 | Magdalena del Amo
Están bien las manifestaciones masivas, con cientos de
autobuses, miles de personas, mayores y niños, banderas, pancartas, eslóganes,
manifiestos y todo el merchandising ad hoc para decir no al aborto, no a
la mayor aberración que un ser humano puede cometer contra otro. Porque,
hablando claro, abortar es matar aunque el eufemismo parezca quitarle aspereza.
Me gustó que uno de los emblemas fuese la imagen de los entrañables “pies
preciosos” que los defensores del no nacido llevamos casi siempre en la solapa.
Están bien las manifestaciones masivas, vuelvo a decir. Pero
mañana será otro día, y posiblemente cada manifestante tenga que volver a su
trabajo, donde no es políticamente correcto defender la vida desde el momento
de la concepción hasta la muerte natural. En muchos lugares incluso está mal
visto. Me refiero a ciertas empresas de comunicación, donde los periodistas que
osan no seguir la ideología laicista de pensamiento único, sufren una
persecución silenciosa que los obliga a vivir, de facto, en las catacumbas. Yo
les pido valentía, que no se instalen en la
comodidad, que se oigan sus voces aunque tengan la impresión de clamar en el
desierto. Cualquier tribuna es buena. ¡No permitamos que nos silencien!
Claro que “cada vida importa”, cualquiera que sea su estadio
y su situación física y mental. Me sumo desde mi columna y como siempre digo
“desde mi república independiente”, a la petición de retirada de la ley del
aborto socialista, pero ¡ojo!, también pido que se retire la de Gallardón.
Quienes abogan por la aprobación de la ley del exministro, creo que no han
leído el redactado. Es, en definitiva, la ley Ledesma de los supuestos, es
decir, aborto libre. Un premio para que las clínicas abortistas engrosen sus
cuentas.
El papa Francisco decía hace unos días que el aborto no era
un asunto religioso, sino científico e instaba a los médicos italianos a
ejercer su derecho a la objeción de conciencia, al tiempo que les remarcaba que
el matar de ahora –aludiendo al pensamiento moderno— es el mismo matar de
antes. A mí me gusta citar a Hipócrates, el padre de la medicina, que cinco
siglos antes de que existiera el cristianismo, ya condenaba el aborto. Yo
considero que, aparte de una cuestión religiosa y científica, es un problema
filosófico, político, jurídico y moral.
En mi libro Déjame nacer. El aborto no es un derecho urgía a que desde el periodismo, la educación,
la ética o la antropología se incidiese en el horror que supone el aborto en
una sociedad que tanto presume de defender los derechos humanos.
Aparte del bebé en gestación que es cruelmente eliminado, y
la madre que aborta, que sufre tremendas secuelas físicas y psíquicas, hay
otros damnificados que no suelen tenerse en cuenta. El padre, al que nunca se
le pregunta, y no tiene ni voz ni voto, también sufre consecuencias psíquicas.
Las parejas implicadas en un aborto provocado, es fácil que entren en crisis,
se acaben rompiendo, o deriven en una relación tóxica, malos tratos incluidos.
La familia también sufre las consecuencias del aborto. ¡Qué decir de la clase
médica, que se ha acostumbrado a eliminar a los seres que molestan o no son
dignos de vivir! Cuando los guardianes de la vida y la salud, la eliminan en
trituradoras y desagües, qué se puede esperar. La sociedad en bloque, también
sufre las consecuencias del aborto. En las últimas décadas, la sociedad se ha
ido encanallando. La cultura de la muerte, de la falta de valores, de la
frivolidad y de lo efímero ha ido permeando los diferentes estratos sociales, y
así nos luce el pelo.
La mentira política, el
nepotismo, las recalificaciones, las comisiones, la malversación, el cohecho,
la prevaricación, la evasión de impuestos o el blanqueo de capitales son
nimiedades si lo comparamos con la maldad profunda de matar a miles de pequeños
seres humanos indefensos en el vientre de sus madres.
Una sociedad
que considera el aborto como un avance social es una sociedad enferma y cafre.
Y en esta dinámica del despropósito, es lógico que elija como dirigentes a corruptos
chupadores de sangre.
En realidad, posiblemente tengamos lo que nos
merecemos.
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