viernes, 24 de enero de 2014

Las cutres anteojeras de algunos progresistas


A propósito de la disertación “académico-histórica” que nos ofrece el Sr. Rodrigo Tena en su artículo Ley del aborto: una reforma 'ideológica' que publica en el diario elpais.com  de ayer.
Todo un esfuerzo, remontándose hasta Napoleón para terminar diciéndonos que la reforma es ideológica porque “Comprobamos fácilmente que el ministro lo que pretende es defender el principio de que el aborto no es un derecho, con independencia de si se producen más o menos abortos o si los que se realizan son peores por afectar a un embrión más desarrollado. (...)”.
Desde mi punto de vista, la cita contiene solo:
1.    Una obviedad, y por ello no ideológica, “el principio de que el aborto no es un derecho”  ya que a nadie le cabe ostentar el derecho a disponer de la vida de un semejante.
"Nadie tiene derecho a arrebatar la vida a otro ser humano, absolutamente nadie” (José Luis Rodríguez Zapatero, Ginebra, 24 Feb 2010), por citar a alguien de su propia cuerda con la intención de que les sirva.
2.    Una asignación, “gratuita”, de intenciones (nada ideológicas, en todo caso malévolas) al ministro, atribuyéndole, básicamente, que le da igual la cantidad o la calidad de los abortos que se generen.
Pero el asunto es que de entre los voluntarios, de todos los colores y hasta versos sueltos  propios, a defenestrar una reforma anunciada que se encuentra en su fase más inmadura, ni siquiera concebida, tan solo “anteproyecto de ley” hay muchos con inmensas anteojeras 1 en el más puro estilo de la acepción 4ª de la RAE.
Actitudes mentales  obtusas incapaces de ver más allá de sus caladeros de votos, y prejuicios  ideológicos que desenfocan la realidad para hacerla parecer digerible y asumible.
Abundan profetas como los que ya “nos lo metieron por la escuadra” en 1985 a base de exagerar la cifra de abortos clandestinos; pero la legalización consiguió hacer palidecer aquellas cifras “horrendas” que crecieron exponencialmente hasta la insufrible cifra de 2 millones de víctimas directas. Hemos vivido el fraude de ley que se pretendía arreglar con la reforma del 2010, pero que lejos de arreglar el problema, habilitó un “guantánamo legal” para las primeras 14 semanas de vida del ser humano. Ahora nos vienen acusando de todos los males del mundo, desde que 100.000 mujeres se invisibilizaran, hasta que seremos responsables de muertes clandestinas en quien sabe que antros. Todo un montaje para defender con uñas y dientes el negocio que ven esfumarse. Lobos con piel de oveja convenciendo a caperucita de lo mala que está su abuelita.
Algunos, hasta pueda parecer que tratan de argumentar de buena fe, pero las anteojeras les permiten “no ver” la parte “cruenta” del aborto, y defienden lo indefendible a base de repetir una y mil veces “la misma ‘miope’ parte de la realidad que alcanzan a querer ver”, como discos rayados, y que al final parece que terminan creyéndoselo.
No hay ideología en asegurar que para desembarazar a una embarazada antes de “termino”, es imprescindible y previo (conditio sine qua non) matar al “quien” que vive dentro de ella, para posteriormente extraerlo; así de simple, así de crudo y así de inhumano. 
Por cierto, por si le sirve a alguno de los defensores empeñados en librarnos de los discapacitados por el método de su eliminación, decirles que su progresismo camina hacia atrás varios milenios, porque, salvando la sofisticación y anticipación temporal (edad de las víctimas) que les permite la tecnología, el resultado y las motivaciones no tienen gran diferencia con los estilos espartano (Taigeto) o romano (roca Tarpeya). Por citar solo dos de los casos que nos ha deparado la parte negra de la historia, y de cuyos errores no queremos aprender.

 

1 1. f. Caja en que se tienen o guardan anteojos.
2. f. Pieza acoplada al ocular de un aparato óptico que sirve para evitar el deslumbramiento y proteger los ojos.
3. f. pl. En las guarniciones de las caballerías de tiro, piezas de vaqueta que caen junto a los ojos del animal, para que no vean por los lados, sino de frente. Apl. a pers., u. t. en sent. fig.
4. f. pl. Actitud mental o prejuicio que solo permite ver un aspecto limitado de la realidad.
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