viernes, 4 de enero de 2013

Lo que no cuentan los médicos cuando se va a abortar



Las mujeres a las que se les ha practicado un aborto coinciden en denunciar la falta de información y de alternativas que les ofrecieron los trabajadores sociales y profesionales sanitarios a los que acudieron en aquel momento.

El recuerdo que tiene Esperanza del día en que abortó es de una sala llena de chicas esperando para abortar, «pero nadie hablaba, sólo había caras tristes, muchas chicas lloraban. Me llamaron para que pasara a la consulta del psicólogo.
Igual que en mi primera visita al ginecólogo, entré con la esperanza de que me diera otra opción distinta del aborto, pero cuando le dije que este embarazo había sido inesperado y que por mi situación familiar me encontraba mal anímicamente, se limitó a decir que entonces entraba en uno de los supuestos despenalizados por la ley.
Después pasé a la sala donde se iba a realizar la intervención. Nadie me explicó en qué consistía, ni cómo me sentiría después. Con una absoluta frialdad, el médico sólo se limitó a decirme que estuviera relajada. De pronto, vi cómo dejaba en un recipiente los restos, en pequeños trozos, del que era mi hijo. En ese momento sentí que mi vida se había ido con la suya».

Todos tienen derecho a nacer

Pilar Muñoz, psicóloga de la Casa-Cuna Santa Isabel, de Valencia (España), explica que las mujeres embarazadas que acuden a este hogar llegan en una situación muy deteriorada desde el punto de vista emocional, «vienen con mucha soledad, muchos fracasos, abandonadas.
La única propuesta que les han ofrecido hasta entonces es la del aborto, porque están amparadas por la ley. Pero esa es la gran mentira, porque todo el mundo tiene derecho a nacer.
Quizá si una madre viese a su niño dentro no abortaría. A las mujeres que llegan aquí se les atiende durante todo el embarazo y durante el primer año de vida de su hijo. Se les prepara para que inicien una nueva vida.
Cuando salen llevan la mejor garantía, su hijo, que se convierte en el motor de sus vidas. Y, además, el centro sigue siendo su casa; aunque ya no vivan aquí cuentan siempre con nuestro apoyo y ayuda».

Pero a la Casa-Cuna van también, en busca de consuelo, bastantes mujeres que ya han abortado. «A partir del aborto empieza su suplicio».
Nos cuenta esta psicóloga que «muchas mujeres dicen que la vida ya no tiene sentido para ellas.
Llegan con un cuadro psicopatológico grave.Aparecen cuadros depresivos, sueñan con el llanto de un niño pero no ven su rostro, no puede abrazarle.
No soportan ver niños a su alrededor y la mayoría sufre lo que llamamos depresión del aniversario del aborto o cuando su hijo hubiera cumplido años. Incluso hay muchas que piensan en el suicidio. Del útero se saca en veinte minutos, pero de la mente no se saca nunca».

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