miércoles, 25 de febrero de 2015

Aunque ya no quieran ser mi voz, no pienso callarme.



Nos quieren mudos, ciegos y sordos; silenciados y silenciosos; y si pudieran  —bajo tierra—  de regreso a las catacumbas.
               El silencio, como norma vital de no “meter ruido” en el sistema, es consustancial al  carácter de la gente sencilla  (los más de los mortales) y es, con demasiada frecuencia, sistemáticamente utilizado (aprovechado) por los detentadores del poder para “someter” a los que perciben como disidentes.
               Algunos, entendemos (constatamos) que tienen secuestradas aquellas de nuestras libertades no acordes con el neo-eufemismo de lo “políticamente correcto”.
               Ya llega el momento de que la gente sencilla sea consciente de que el vaso “está desbordado”.  Es momento de “reclamarnos vivos”,  de reivindicarnos “ciudadanos libres”,  de aprestarnos a abanderar la causa de la vida porque: no hay empresa más loable que apostar por el débil y abatido;   que reivindicar la dignidad, y hasta la posibilidad de vivir, de todos y cada uno de nuestros semejantes.  Que algunos, además, consideramos hermanos.
               Hoy trato de dirigirme a toda esa buena gente buena que  no es consciente de que su “no hacer ruido”  tiene muy crecidos a unos cuantos interesados en no dejar de sumar beneficios a costa de deshumanizar, mercantilizar, cosificar y seleccionar vidas de aquellos de entre los más débiles e indefensos de los nuestros. Trato de que miren en la historia cuanta ignominia se ha amparado en el silencio de muchos, recordando aquello de que “quien olvida su historia está condenado a repetirla”.
               …¡Da vértigo pensar que podamos llegar a vivir historias no tan lejanas! 
               …Y es que, aunque de manera más sibilina y taimada, ya estamos gestionando a nuestro alrededor “vergonzantes eugenesias” disfrazadas de terapéuticas, y con todas las bendiciones de leyes votadas en parlamentos que se dicen democráticos. 
               …Y que atrocidades como la violación o el incesto se tratan de saldar  inmolando a la más débil e inocente de las víctimas, mientras se habla y legisla, arduamente, buscando reinserciones que se saben imposibles para el agresor.
               Te has parado a pensar ¿qué hace posible que ocurran cosas como esas? Yo opino que las hacen posibles la invisibilidad y el silencio,   y que ya es tiempo de rasgar los velos  y  romper silencios. Nadie defiende ya estas cosas en el Gobierno, en las Instituciones Parlamentarias, en tribunales como el Constitucional que sigue de puntillas sin pronunciarse desde hace ya 5 años.    Es ya la hora, de que tú, yo y tanta “buena gente” haga algo al respecto para reconducir esta deriva y solo te queda (nos queda) la calle.
               El mensaje de un testigo, de primera fila, víctima de lo que no deberíamos repetir, quizás sea capaz de removernos las conciencias y ponernos en camino.
El silencio de la gente buena
Manuel Tanay
               El psiquiatra forense Tanay sostiene, con dramáticos ejemplos, la conocida reflexión del Mahatma Gandhi: Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. ¿Eran muchos los nazis? ¿Son muchos los musulmanes fanáticos?
               El autor de este mensaje es el Dr. Manuel Tanay, nacido en 1928, judío que sobrevivió al Holocausto, conocido y muy respetado psiquiatra forense radicado en EEUU. Un hombre, cuya familia pertenecía a la aristocracia alemana antes de la Segunda Guerra Mundial, propietaria de grandes industrias y haciendas. Cuando se le preguntó cuántos de los alemanes eran realmente nazis, la respuesta que dio puede guiar nuestra actitud hacia el fanatismo: Muy pocas personas eran nazis en verdad, pero muchos disfrutaban de la devolución del orgullo alemán y muchos más estaban demasiado ocupados para preocuparse. Yo era uno de los que pensaba en que los nazis eran un montón de tontos. Así, la mayoría, simplemente se sentó a dejar que todo sucediera. Luego, antes de que nos diéramos cuenta, los nazis eran dueños de nosotros, se había perdido el control y el fin del mundo había llegado. Mi familia perdió todo. Terminé en un campo de concentración y los Aliados destruyeron mis fábricas…”
               Se nos dice que la gran mayoría de los musulmanes sólo quieren vivir en paz.
               El hecho es que los fanáticos dominan el Islam, tanto en este momento como en la historia. Son los fanáticos los que marchan. Se trata de los fanáticos los que producen guerras. Se trata de los fanáticos los que sistemáticamente masacran cristianos y grupos tribales en África y se van adueñando gradualmente de todo el continente en una ola islámica. Estos fanáticos son los que ponen bombas, decapitan, asesinan. Son los fanáticos los que toman mezquita tras mezquita. Se trata de los fanáticos los que celosamente difunden la lapidación y la horca de las víctimas de violación y los homosexuales. Se trata de los fanáticos los que enseñan a sus jóvenes a matar y a convertirse en terroristas suicidas.
               El hecho cuantificable y duro que la mayoría pacífica, la “mayoría silenciosa” es intimidada e imperceptible.
               La Rusia comunista estaba compuesta de los rusos, que sólo querían vivir en paz. Sin embargo, los comunistas rusos fueron responsables por el asesinato de cerca de 50 millones de personas. La mayoría pacífica era irrelevante.
               La enorme población de China era también pacífica, pero los comunistas chinos lograron matar la asombrosa cifra de 70 millones de personas.
               El individuo japonés medio antes de la Segunda Guerra Mundial no era un belicista sádico. Sin embargo, Japón asesinó y masacró, en su camino hacia el sur de Asia Oriental, en una orgía de muerte que incluyó el asesinato sistemático, a 12 millones de civiles chinos, la mayoría muertos por espada, pala o bayoneta.
               Y, ¿quién puede olvidar Ruanda, que se derrumbó en una carnicería? ¿Podría haberse dicho que la mayoría de los ruandeses no eran amantes de la paz?
               Las lecciones de la historia son con frecuencia increíblemente simples y contundentes. Sin embargo, a pesar de todos nuestros poderes de la razón, muchas veces perdemos el más básico y sencillo de los puntos: Los musulmanes amantes de la paz se han hecho irrelevantes por su silencio. Los musulmanes amantes de la paz se convertirán en nuestro enemigo si no se pronuncian, porque, al igual que mi amigo de Alemania, se despertarán un día y encontrarán que los fanáticos los poseen, y el fin de su mundo habrá comenzado. Los alemanes, amantes de la paz, japoneses, chinos, rusos, ruandeses, serbios, afganos, iraquíes, palestinos, somalíes, nigerianos, argelinos, y muchos otros han muerto a causa de que la mayoría pacífica no se pronunció hasta que fue demasiado tarde.
               En cuanto a nosotros, que somos espectadores ante los eventos en desarrollo, debemos prestar atención al único grupo que cuenta: los fanáticos que amenazan nuestra forma de vida.
               Por último, cualquiera que dude de que la cuestión es grave, y elimina este mensaje sin reenviarlo, está contribuyendo a la pasividad que permite a los problemas expandirse. Por lo tanto, entiéndete un poco a ti mismo y envía esto una y otra vez. Esperemos que miles de personas en todo el mundo lean y piensen sobre él, antes de que sea demasiado tarde.
               Ahora, tras leerlo y recapacitar sobre él, te recuerdo que tienes una oportunidad de sacudirte la “pasividad” de la que habla el autor acudiendo el próximo día 14 a una manifestación para gritar a los que se sientan en El Gobierno, las Instituciones y Tribunales que no estamos dispuestos a callarnos,  ni a que se nos anule silenciándonos, no queremos seguir dando cobertura a la ignominia de infravalorar la vida débil e indefensa.
               Si crees que “cada vida importa” ven a manifestarte por “la vida la mujer y la maternidad” Cualquier información al respecto en http://cadavidaimporta.es/
               Puedes encontrar más argumentos, que te ayuden a entender cuán fundamental es que te movilices, releyendo:
               Todos ellos redactados desde el desasosiego que nos ha sobrevino a muchos el día en que el gobierno, en boca de Rajoy, dio oficialidad a (consumó) su traición.



3 comentarios:

Maria OP dijo...

EL SILENCIO ("La opinión de un alemán en el Islam". "¿Por qué la mayoría pacífica es irrelevante?")
Circula por la red, desde hace tiempo, un ensayo atribuido a Emanuel Tanay, psiquiatra forense fallecido en 2014 y que, aprovechando el tirón de los últimos atentados en París, ha vuelto a ponerse en boga.
Parece que la idea parte de un bloggero canadiense que la atribuye previamente al abogado William Haynes.
Vayamos anticipando que se trata de un engaño que, aunque no sean palabra de Dios, pueden verificar en estas páginas:

https://en.wikipedia.org/wiki/Emanuel_Tanay
https://www.truthorfiction.com/tanay-merek-german-islam/
https://en.wikipedia.org/wiki/Paul_E._Marek
https://en.wikipedia.org/wiki/William_J._Haynes,_II

La difusión de esta carta viral se atribuye, en algunos medios, a una profesora de la Universidad de Valencia. He recibido un e-mail de ella en el que niega categóricamente la autoría o la distribución del trabajo.
Sea quien fuere el autor del artículo, comenzamos mal si tiene que atrincherarse en la confección de una mentira para exponer sus ideas.
Pasemos a analizar, ya sea someramente, el escrito en cuestión:

Con apariencia de seriedad y proporcionando datos, deja caer algunas frases con intenciones dudosas o que pueden llevar a ideas peligrosas. No digo que no se pueda suscribir nada de lo que expone, pero, como todo, opinable, manipulable y nada novedoso. Muchos otros lo han dicho con antelación:
“Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena.” (Mahatma Gandhi).
“No me preocupan los gritos de los deshonestos, de la gente sin escrúpulos y de los delincuentes, más me preocupa, el silencio de los buenos.” (Nelson Mandela).
Parece que, a veces, no conocemos o no queremos recordar la historia mas que en las partes que nos acomodan. Los sirios y otros muchos pueblos, venían reivindicando sus derechos y se manifestaron valientemente antes y durante la "primavera árabe" (que no fue un día ni dos, como entendieron los medios informativos); sólo hay que ver el resultado en sangre -dejamos el dolor y el horror aparte-.
De acuerdo en que hay que manifestar opinión, e implicarse, pero me suena tendenciosa y sibilina la idea de guerra religiosa obviando la huella occidental y su vertiente de intereses económicos y estratégicos (aquí y en otros países árabes).
A estas alturas, harta ya la confusión entre árabe y musulmán. ¿Somos todos los occidentales católicos?: pues los árabes tampoco son todos musulmanes.
CONTINÚA

Maria OP dijo...

CONTINUACIÓN
Se le olvidan al autor de esas frases, que hacen tanto hincapié en el fanatismo musulmán, los siglos de historia cristiana, enarbolando la cruz en tierra de "misiones" y obligando a salvarse a quienes no podían ni decidir si querían ser salvados. Fanatismo que llega hasta hoy día (porque no olvidemos que hay muchas formas de ejercer violencia). Se le olvida también el fanatismo judío que reflejan diariamente los canales de noticias. ¿En qué lado coloca este señor a Israel? Se le olvidan tantos y tantos actos de barbarie como ha conocido el hombre desde que puede ser llamado así.
¿Qué se enseñaba a los niños en las iglesias? ¿Qué obligaban a trasmitir a las madres aleccionadas celosamente? ¿Cuántos viajes turísticos de espada y cruz? ¿Cuántas muertes lleva la "Santa Inquisición" a sus espaldas?
Sí, en nombre del Profeta, hay quienes lapidan a violadas y ahorcan a homosexuales; pero, ¿no escuchamos, aún hoy, a algunos representantes de la Iglesia utilizar la bomba de la palabra y el tanque de su cargo, para afirmar sin pudor ni vergüenza que la homosexualidad es una enfermedad? ¿No es eso terrorismo de púlpito?
¿Acaso no es violencia el uso del dinero para someter a trabajadores y pueblos con sueldos miserables? ¿No es terrorismo tener la llave de la sanación y negarla por intereses crematísticos? ¿Es menos lesivo el kalashnikov de la degradación climática?
Las cifras de muertos a cuchillo, por fusiles o bombas es escalofriante, pero ¿quién cuenta los que mueren día a día en nombre del progreso de algunas cuentas bancarias? ¿No habría que incluir en la lista los apellidos de esos pocos que acumulan en sus bolsillos mucho más que toda la población mundial junta? ¿No son terroristas los estados que permiten y avalan esas y otras formas de sometimiento? A simple vista se diría que se trata también de una minoría que se alza sobre la mayoría para conseguir sus propósitos. Violencia, pura violencia: terrorismo económico. Decía Paul Valery: “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran”.
¿No constituye también un acto de fuerza querer obligar a alguien a pronunciarse aún en contra de sus deseos? ¿Porqué ese alguien, que no sale con la pancarta, se tiene que convertir en mi enemigo?
Por otro lado, resulta vomitivo el hincapié que se hace sobre la pérdida de la hacienda, la industria, las fábricas... el modo de vida.
Para finalizar, me parece que están más cerca del fanatismo los que distribuyen cartas-racimo aprovechando la ignorancia, el dedo fácil o la aprensión al mal augurio si cortas la cadena expansiva.
Pese a todo, tras un invierno inclemente, siempre llega la primavera.

Alvaro Domínguez Arranz dijo...

Hola María OP
      Agradezco que quisieras dejarnos constancia de tu visita al blog a través de tus comentarios. Pero tras leerlos, de verdad que no me alcanza a saber, qué es lo que realmente has, o no, entendido de mi artículo. Creo que te ayudaría a comprenderme si recapacitas en la fecha del post... para nada que ver con los atentados de Paris por supuesto.
      Es posible que, a tu parecer, no haya sido acertado el traer, a colación, el testimonio de Manuel Tanay [ni trataré de defenderlo siquiera].
      Pero lo mollar de lo que pretendía yo transmitir a los lectores está en que los silencios materializados en un "mirar para otra parte" respecto a la dejación por parte del Gobierno, del Parlamento y del Tribunal Constitucional de atender a la defensa de la vida de todos (incluido el ser humano vivo aunque aún no-nacido), de promover acciones positivas en favor de la dignidad de todo ser humano combatiendo y no consintiendo, o promocionando, prácticas eugenésicas y eutanásicas escondidas en "descartes" de quienes padecen patologías o discapacidades que se tachan de indignas de ser vividas, o debilidades propias del final de la vida.
      Resumiendo, solo era un intento de movilizar a la gente a favor de un lema que esperaba pudieran asumir, el que “cada vida importa”.
      Y como complemento, terminaba aludiendo a 7 enlaces de este mismo blog; como vía de recabar argumentos a favor de la movilización.
      Termino "comprándote" tu última frase:
      Pese a todo, tras un invierno inclemente, siempre llega la primavera.