miércoles, 29 de mayo de 2013

Manipulación embrionaria y su valoración ética II


Terminamos hoy de presentar el trabajo que publica  Javier Mandingorra en ivafetica.blogspot.com.es


FECUNDACION, CLONACION, GENOMA Y CELULAS MADRE: UNOS CRITERIOS ETICOS   [2 de 2]

Clonación
En estrecha relación con los dos ámbitos apenas considerados (reproducción artificial, células madre) ha surgido un amplio debate sobre la clonación humana, especialmente desde que en 1997 fuera publicada la noticia sobre la clonación de la oveja Dolly, y desde las ulteriores noticias sobre clonaciones conseguidas en otros mamíferos. El debate cobra una especial viveza ante noticias que aparecen de vez en cuando, algunas de las cuales han resultado ser un auténtico fraude, sobre posibles clonaciones de embriones humanos.
Numerosos países y la comunidad internacional en su gran mayoría han expresado su condena respecto del posible recurso a la clonación reproductiva, orientada a conseguir el nacimiento de seres humanos idénticos (al menos respecto del ADN en el núcleo) a otros seres humanos. Sin embargo, se ha producido división de opiniones a la hora de juzgar sobre la licitud o ilicitud de la mal llamada ‘clonación terapéutica’ de embriones humanos.

¿De qué se trata? La ‘clonación terapéutica’ sería una técnica con la que se obtendrían (hipotéticamente) embriones humanos destinados a ‘donar’ (a través de su destrucción) células madre embrionarias, con las que se podrían realizar diversos experimentos, orientados especialmente a dos fines: para conocer mejor qué mecanismos químicos y de otro tipo explican la diferenciación celular en las distintas etapas de desarrollo embrionario; y para obtener células madre embrionarias con las que realizar cultivos celulares y transplantes con los que curar a personas enfermas, evitando los problemas de rechazo que suelen producirse si el ADN de las células o tejidos transplantados es distinto del que posee el sujeto beneficiado.
El juicio ético ante estas dos posibilidades es claro: nunca será correcto posesionarse del inicio de nuevas vidas humanas, como se haría con técnicas que, además de recurrir a la fecundación extracorpórea, estarían orientadas a imponer un ADN determinado a un embrión humano, que así sería tratado casi como si fuera un objeto o un animal de laboratorio. Es más grave la situación cuando no sólo se impone un ADN al embrión clonado, sino que además tal embrión es destinado a su destrucción (en la ‘clonación terapéutica’).
Queda en discusión un procedimiento, todavía en fase experimental, de transferencia a un óvulo de un núcleo de una célula adulta que haya sido alterado, lo que permitiría, hipotéticamente, que el resultado de tal transferencia no llegase a ser nunca un embrión. Tal técnica recibe el nombre de ANT (Altered Nuclear Transfer). Ante esta nueva posibilidad ha de aplicarse el criterio de cautela: mientras no exista certeza de que el resultado de esta técnica no sea un embrión humano, tales experimentos no pueden ser llevados a cabo sobre óvulos humanos.
Sobre el tema de la clonación y de algunas técnicas de transferencia nuclear, cf. M. López Barahona - S. Antuñano Alea, La clonación humana, Ariel, Barcelona 2002; Pontificia Academia pro Vita, Reflexiones sobre la clonación, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1997; F. Pascual, «Clonación, antropología y ética», Alpha Omega 10 (2007), 225-244.
Genoma humano, ingeniería genética y diagnóstico prenatal
El mundo de la biología está alcanzando notables progresos en el conocimiento del genoma humano y en aquellas técnicas que puedan introducir modificaciones en el mismo o en otros seres vivientes.
Estamos ante un tema novedoso, aunque en el pasado hubo formas más o menos serias para cruzar diversos tipos de plantas o animales, si bien se carecía de conocimientos sobre el ADN, su funcionamiento y sus posibilidades. En la actualidad, los laboratorios pueden modificar los cromosomas de plantas y de animales, sea en su origen (es decir, en los gametos que darán lugar a un nuevo individuo, o en el embrión en sus momentos iniciales), sea en sucesivas fases de desarrollo (con alteraciones de algunas células que no modificarían, en principio, la estructura de todo el organismo vivo, sino sólo la de algunos de sus tejidos u órganos).
La aplicación de estas técnicas en el mundo de las plantas y de los animales ha de ser regulada por la bioética, en el sentido de que deben ser evitados aquellos experimentos que puedan provocar daños de gravedad en el equilibrio ecológico de una región o de todo el planeta. Al mismo tiempo, hay que evitar miedos excesivos que puedan bloquear investigaciones (por ejemplo, sobre los organismos genéticamente modificados, OGM) orientadas a ofrecer importantes beneficios a un nivel de riesgo muy bajo.
Respecto del ser humano, son válidas aquellas investigaciones orientadas a intervenir sobre el gen de algunas células de un individuo adulto para ayudarle a superar una enfermedad, en el respeto de los criterios que toda experimentación debe acoger. Este tipo de actuación es conocida como terapia génica sobre células somáticas.
En cambio, es éticamente incorrecta la ingeniería genética cuando se aplica para modificar el ADN completo de un individuo (al intervenir sobre los gametos o sobre el zigoto) en orden a conseguir un ser humano adulto al que se le haya impuesto un cierto modo de ser, o intervenir en su información genética simplemente para “mejorarlo”, sin que exista ninguna necesidad médica para tal intervención.
Los estudios sobre el genoma humano han llevado a un notable progreso en las técnicas diagnósticas, incluso antes del nacimiento, para conocer aquellos factores de riesgo que predisponen o que provocan de modo inevitable enfermedades o defectos más o menos graves. El uso de este conocimiento en clave terapéutica (para ofrecer una ayuda a las personas en el decurso de su vida, incluso en la etapa prenatal) es perfectamente legítimo y promoverá una medicina mucho más precisa y personalizada. Pero es totalmente injusto usar los estudios genéticos para establecer discriminaciones y para aumentar una práctica ya presente en muchas sociedades: la que convierte el diagnóstico prenatal en una especie de sentencia de muerte, al recurrirse de modo casi automático al aborto eugenésico cuando se descubre en el hijo alguna enfermedad cromosómica.
A modo de conclusión
Los retos que debe afrontar la bioética son numerosos y exigen un trabajo continuo de actualización y de estudio para establecer puentes a través de los cuales hacer presentes a los hombres y mujeres de nuestro tiempo los principios éticos y las urgencias que deben ser atendidos en el mundo contemporáneo.
Como vimos al inicio, la bioética no puede sucumbir al estado de asedio en el que actualmente vive. La continua sucesión de noticias sobre descubrimientos científicos, y las discusiones sobre tantos temas de frontera no deben ser motivo para perder de vista lo fundamental. En toda actividad médica y científica, hay que reconocer la dignidad de cada ser humano en las distintas fases de su existencia, y hay que elaborar aquella ética capaz de promover una medicina a la medida del hombre.
La bioética sostendrá o promoverá, entonces, sistemas sociales y políticos atentos a la salud, al trabajo seguro y al ambiente; modos de vivir y de comportarse en los que se conserve el patrimonio de la propia integridad física y psicológica. Se convertirá en el mejor aliciente para una “movilización general”  que contrarreste tantos signos de la cultura de la muerte, para que cada vez sea más real y concreta una auténtica cultura de la vida. Ese es quizá el mayor reto de la bioética, de ayer, de hoy y de siempre, por el que vale la pena una disciplina a la vez anciana y joven.

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