martes, 14 de mayo de 2013

El 'ser' personal del embrión humano - visión científica


Seguimos con la segunda parte del artículo de María de las Nieves Álvarez Peláez que iniciamos ayer...
La persona embrionaria y fetal es un alguien, un tú
El embrión ser humano es un viviente desde el momento de la fusión de los gametos, no es un conglomerado de células sino un individuo humano real en desarrollo
II. Visión científica
El inicio del proceso embrionario marca un cambio generacional
El genetista Jerôme Lejeune, dice: “que toda la información que definirá a un individuo, que le dictará no sólo su desarrollo, sino también su conducta ulterior, sabemos que todas esas características están escritas en la primera célula. Y lo sabemos con una certeza que va más allá de toda duda razonable, porque si esta información no estuviera ya completa desde el principio, no podría tener lugar”.
Cada embrión humano inicia su ciclo vital en el momento que el espermatozoide atraviesa la membrana en el óvulo. La fusión de los gametos masculino y femenino -singamia- marca el paso que bien podemos llamar generacional, esto es la fusión de los pronúcleos de los gametos da un organismo viviente humano. Hay un cambio de la generación paterno/materna a alguien nuevo. El hijo es un puente entre la generación anterior y la generación nueva. Esta fusión de los gametos representa una discontinuidad con las fases anteriores, ya que marca la constitución de una nueva individualidad biológica que en sí misma es distinta de los dos gametos que la han generado. Se da un sistema dinámico único con dos tipos de componentes: los genes en el núcleo celular y en el caso del zigoto embrión totipotente  el otro componente es el citoplasma. Desde el punto de vista físico-químico, estas peculiaridades determinan que en cualquier estado de su desarrollo, el embrión es un organismo humano original, único, irrepetible, distinto de todos los otros de su especie que sean comparable en el mismo estadio de su evolución. Y es así desde el momento de la fecundación, no hay ninguna razón fundamentada para pensar que un embrión no es un organismo viviente humano antes de su implantación en el útero.
El informe Warnock en 1984 fijó un plazo de 14 días desde la concepción sin fundamento en lo científico y se inventó el concepto preembrión para poder experimentar con embriones. Es una fecha arbitraria y el propio informe reconoce que "ningún estadio particular del proceso de desarrollo es más importante que otro, todos forman parte de un proceso continuo". Ese margen pretendía mitigar la ansiedad de la gente.  
Desde la ciencia biológica se afirma que él como zigoto es un nuevo individuo, claramente un organismo de la especie humana, lo acreditan como individuo humano el estudio de sus cromosomas y la trayectoria normal que sigue en su desarrollo a través de distintas etapas, desde el ser embrionario, a ser niño, a un ser adulto que envejece y muere. 
Dice el doctor Lejeune: "Fuera de cualquier duda, que sabemos que en el principio existe el mensaje. El mensaje genético es vital y su manifestación es vida. Aún más brevemente diría, fuera de toda discusión, que si el mensaje es un mensaje humano, el ser es un ser humano".
El genoma ya activo en el estadio pro-nuclear es un proceso nuevo y una serie de eventos tienen lugar en el oviducto materno. Es el genoma del nuevo viviente el que asume de inmediato el control del desarrollo embrionario, y el zigoto se comporta como un organismo abierto y distinto de la madre. Hay una serie de señales endocrinas hormonales, además de las condiciones de oxígeno, temperatura, acidez, fuerza de interacción iónica, osmosis y nutrientes que posibilitan que el medio del oviducto materno donde debe vivir el embrión hasta su implantación sea compatible para su integridad. De hecho, la comunicación madre-embrión es recíproca, ya que el embrión desde el comienzo produce también hormonas y otras moléculas que mantienen el diálogo molecular. La primera división del zigoto influye en el destino de cada una de las dos células que se formarán: una célula dará origen al embrioblasto masa celular interna, que derivarán los tejidos del embrión, y la otra al trofoblasto que derivarán la placenta y cordón umbilical para la nutrición del embrión y del feto. El embrión se implanta en el endometrio del útero hacia el quinto o sexto día después de la fecundación, éste se encuentra en estadio de blastocisto.  
Lo que parece difícil de aceptar es comprobar la autonomía del embrión, y si fuera un conglomerado de células no tendría autonomía propia y unitaria. Su vitalidad expresa su inteligencia y voluntad para vivir y crecer. Ya es capaz de dar órdenes al organismo de la madre, adaptándola a ella al desarrollo de su propio proceso. Este ser embrionario, al sexto o séptimo día, tiene un tamaño de un milímetro y medio y es el que está al mando de las operaciones que se van a ejecutar. Es su ser inteligente y personal, y él y sólo él, es quien impide que la madre tenga la menstruación y obliga al cuerpo amarillo del ovario a segregar la progesterona, y así crea los mecanismos físico-químicos que obligan a su madre a conservar su protección y es capaz de hacer que el cuerpo de la madre cambie.  
Las propiedades del desarrollo embrionario humano 
1.- Aparece novedad biológica: dos células germinales, óvulo y espermatozoide, se unen para dar lugar al zigoto como ser biológico único e irrepetible  
2.- Coordinación: esta propiedad implica una rigurosa unidad del sujeto que se está desarrollando. El desarrollo del embrión desde la fusión de los gametos –singamia- hasta que aparece el disco embrionario, desde el día 14 en adelante, es un proceso que manifiesta una secuencia coordinada, requiere una actividad molecular y celular bajo el control del nuevo genoma que actúa como centro organizador del desarrollo del nuevo ser. 
3.- Continuidad: la singamia inicia un nuevo ciclo de vida desde la fecundación hasta la muerte, se da una diferenciación celular ininterrumpida y progresiva de un individuo humano bien determinado, según un plan único y definido que comienza desde la fase de zigoto. Esta continuidad implica y establece la unicidad del nuevo individuo, un sujeto humano que es único e irrepetible.
4.- Especificidad: está marcada por el genoma del zigoto y pertenece a la especie homo sapiens.
5.- Gradualidad: es un desarrollo gradual, orientado permanentemente desde la fase de zigoto hasta la forma final. Todo embrión humano mantiene su propia identidad, individualidad y unidad.
6.- Autonomía: el genoma del embrión humano actúa de forma autónoma para dirigir el desarrollo, no es la autonomía absoluta, pero da órdenes a la madre y hay interacción con el útero de la madre para recibir nutrientes.
7.- Capacidad de relacionarse y unirse, que varía con el desarrollo: hay diálogo intermolecular madre-hijo e interacción con el útero.
El embrión ser humano es un viviente desde el momento de la fusión de los gametos, no es un conglomerado de células, sino un individuo humano real en desarrollo. En los últimos años surgió una corriente de opinión que lleva a una gran confusión sobre el estatuto del embrión. Para fines de investigación se da la selección y la eliminación de embriones. Y para justificar la muerte de este ser humano se afirma que el embrión no es un individuo humano. Así, al embrión se le llama preembrión y se da la manipulación de los primeros días del desarrollo, cuando en realidad se trata siempre del mismo ser humano en distinto estado de desarrollo. Con estas opiniones se está cuestionando la unidad y unicidad del embrión, el ser único e irrepetible.
Ya el embriólogo alemán Erich Bleschsmidt, que murió en 1990, lo expresó bien claro: "Para cada organismo vivo, como para el embrión humano, es válida la Ley de Conservación de la Individualidad". Él se refería a que el embrión y el feto pueden cambiar su apariencia y contorno exterior a lo largo del tiempo, pero el ser esencial en sí mismo permanece inmutable, está presente y activo dentro de estas formas externas que nos permite visualizarlo. Más allá de las formas cambiantes observadas hay un alguien, una persona cualquiera de nosotros.
María de las Nieves Álvarez Peláez.
Médico. Proyecto Mujer Ecología y Cultura (ANDI)

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